INTRODUCCIÓN
En el momento de escribir este documento, llegaban noticias de un nuevo pánico en Wall Street. El jueves pasado, el Dow Jones industrial caía 435 puntos, se situaba por debajo de los 10.000 puntos por primera vez desde marzo. El índice Nasdaq, que agrupa a las principales empresas de “nueva tecnología”, también sufrió un duro revés, reflejaba el nerviosismo que reina entre los inversores de este sector. Algunos sectores están tan devastados que algunos inversores han tenido que vender sus acciones para contener las pérdidas.
La razón principal para la caída de la bolsa, fue que toda una serie de empresas estadounidenses publicaron en el mes de septiembre, los pobres beneficios obtenidos en el tercer trimestre, es una advertencia de una nueva caída de los márgenes de beneficio. Esto, más el surgimiento de tendencias inflacionistas en EEUU, de repente han puesto un gran interrogante en la continuación del actual boom económico.

El prolongado auge del capitalismo británico y el capitalismo mundial desde la Segunda Guerra Mundial, exige un examen de las ideas básicas del marxismo sobre la cuestión del desarrollo económico. Si se produce un cambio fundamental en el funcionamiento del sistema entonces es necesario para los marxistas hacer una evaluación adecuada. El marxismo representa el análisis concentrado de las leyes que gobiernan el desarrollo de la sociedad. En el terreno de la economía, las leyes que determinan el desarrollo de la sociedad capitalista ya fueron elaboradas y explicadas por Marx. A pesar de la extensión y profundidad de las obras de Lenin y Trotsky, estas leyes básicas fundamentalmente han sido las mismas durante más de un siglo.

En su introducción al libro de Marx, La Lucha de clases en Francia, Engels escribió:

"Cuando se aprecian sucesos y series de sucesos de la historia diaria, jamás podemos remontarnos hasta las últimas causas económicas. Ni siquiera hoy, cuando la prensa especializada suministra materiales tan abundantes, se podría, ni aun en Inglaterra, seguir día a día la marcha de la industria y del comercio en el mercado mundial y los cambios operados en los métodos de producción, hasta el punto de poder, en cualquier momento, hacer el balance general de estos factores, múltiplemente complejos y constantemente cambiantes; máxime cuando los más importantes de ellos actúan, en la mayoría de los casos, escondidos durante largo tiempo antes de salir repentinamente y de un modo violento a la superficie. Una visión clara de conjunto sobre la historia económica de un período dado no puede conseguirse nunca en el momento mismo, sino sólo con posterioridad, después de haber reunido y tamizado los materiales. La estadística es un medio auxiliar necesario para esto, y la estadística va siempre a la zaga, renqueando. Por eso, cuando se trata de la historia contemporánea corriente, se verá uno forzado con harta frecuencia a considerar este factor, el más decisivo, como un factor constante, a considerar como dada para todo el período y como invariable la situación económica con que nos encontramos al comenzar el período en cuestión, o a no tener en cuenta más que aquellos cambios operados en esta situación, que por derivar de acontecimientos patentes sean también patentes y claros. Por esta razón, aquí el método materialista tendrá que limitarse, con harta frecuencia, a reducir los conflictos políticos a las luchas de intereses de las clases sociales y fracciones de clases existentes, determinadas por el desarrollo económico, y a poner de manifiesto que los partidos políticos son la expresión política más o menos adecuada de estas mismas clases y fracciones de clases.

"La asombrosa recuperación de Asia". Este es el tipo de titulares que hemos visto en los últimos meses. Parece como si se hubieran desvanecido los efectos de los crash bursátiles de 1997 y se buscan ansiosamente signos de recuperación en Asia y Europa para demostrar que el mundo ha conseguido eludir la recesión. Una vez más, los portavoces de la denominada nueva economía proclaman el triunfo del libre mercado. Sin embargo todo este triunfalismo carece de bases científicas. Desmarcándose de optimismos infundados, los representantes serios del capital observan con creciente preocupación las perspectivas que se abren para la economía mundial.

Lenin solía decir que la política es economía concentrada. La piedra angular del materialismo histórico es que, en última instancia, la viabilidad de cualquier sistema socioeconómico depende de su capacidad de desarrollar los medios de producción. Marx ya lo explicó en la Introducción a la crítica de la economía política, donde explica la relación entre las fuerzas productivas y la "superestructura": "En la producción social de su existencia, los hombres contraen determinadas relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales... el modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia" (Marx, Introducción a la crítica de la economía política. Miguel Castellote Editor. Madrid. 1976, pp. 64-65).