La lucha de clases y el ciclo económico Una vez más sobre la economía mundial

INTRODUCCIÓN
En el momento de escribir este documento, llegaban noticias de un nuevo pánico en Wall Street. El jueves pasado, el Dow Jones industrial caía 435 puntos, se situaba por debajo de los 10.000 puntos por primera vez desde marzo. El índice Nasdaq, que agrupa a las principales empresas de “nueva tecnología”, también sufrió un duro revés, reflejaba el nerviosismo que reina entre los inversores de este sector. Algunos sectores están tan devastados que algunos inversores han tenido que vender sus acciones para contener las pérdidas.
La razón principal para la caída de la bolsa, fue que toda una serie de empresas estadounidenses publicaron en el mes de septiembre, los pobres beneficios obtenidos en el tercer trimestre, es una advertencia de una nueva caída de los márgenes de beneficio. Esto, más el surgimiento de tendencias inflacionistas en EEUU, de repente han puesto un gran interrogante en la continuación del actual boom económico. La fiebre actual de ventas, probablemente sea sólo un anticipo. Pero es una seria advertencia de que el auge económico está alcanzado sus límites. El Herald Tribune International se hacía eco de las preocupaciones Stephen Slifer, un analista de inversiones de la empresa estadounidense Lehman Brothers:: “’Parece como si nos dirigiéramos hacia un acontecimiento en el mercado financiero, y la preocupación es: ¿hasta qué punto se desbordará y convertirá en un acontecimiento económico importante?’”.
“Según Slifer, es preocupante el reciente ajuste de liquidez en el mercado de bonos empresariales, y que podría desacelerar el ritmo de la inversión en las empresas de alta tecnología. En concreto las empresas de telecomunicaciones europeas, que han acumulado enormes deudas para comprar licencias de telefonía móvil de tercera generación”. (10/10/00)
Este documento fue escrito antes de las últimas caídas de la bolsa, y se basa en un estudio cuidadoso de la evolución de la economía mundial durante los últimos doce meses. Los últimos acontecimientos y el tono cada vez más pesimista de los comentaristas burgueses, corroboran nuestro análisis. Junto con el artículo de Michael Roberts publicado el viernes pasado (De los toros a los osos), explican con claridad las causas de estos acontecimientos y demuestran hacia donde se dirigen.

Alan Woods
11/10/00

LA LUCHA DE CLASES Y EL CICLO ECONÓMICO
(Una vez más sobre la economía mundial)

El sistema capitalista se mueve en un ciclo interminable de auges y recesiones, y ha ocurrido durante los últimos doscientos años. El ciclo de auge y recesión no tiene un carácter fijo y regular. Para empezar, la longitud del ciclo siempre ha sido algo muy flexible, en los tiempos de Marx, la duración media era de 5-6 años o incluso menos. Para los marxistas la longitud exacta del ciclo no es una cuestión de principios, pero sí es necesario analizar concretamente la naturaleza del ciclo, e intentar prever cual será su desarrollo más probable. La prolongación de este boom, sin duda ha tenido un efecto en el ritmo de las perspectivas. Hace doce meses pensábamos que después de la crisis en Asia y Rusia, rápidamente nos encaminaríamos hacia una recesión. Nunca pusimos una fecha, pero no pensábamos que el boom duraría tanto tiempo.
Como atenuante podemos repetir lo que hemos dicho muchas veces: la tarea de las perspectivas económicas no es, ni lo fue, ni lo será, una ciencia exacta. Es imposible ser exactos en las perspectivas económicas y francamente, no se debe intentar nunca. En el mejor de los casos, estas predicciones son sólo conjeturas. Calculábamos que en un período relativamente corto de tiempo, el mundo se encaminaría hacia una recesión, y calculamos mal. Pero no fuimos los únicos en cometer este error. Muchos economistas burgueses importantes (con la excepción de los partidarios del Nuevo Paradigma Económico) tenían la misma perspectiva. Los acontecimientos no se desarrollaron como pensábamos y debemos admitir nuestro error y extraer las conclusiones necesarias. Pero este error no se puede considerar fundamental, pero sí debemos reajustar nuestras escalas de tiempo.

Las ilusiones de la burguesía
La economía USA hasta hace poco ha experimentado una tasa impresionante de crecimiento, un 5% anual. Pero no todos los economistas burgueses están contentos con esta situación. En circunstancias normales ya habrían pisado el freno. ¡Pero estos tiempos no son normales! El presidente de la Reserva Federal de EEUU, Alan Greenspan, ha recibido multitud de elogios porque no ha subido los tipos de interés. En este tema podemos permitirnos hacer una pequeña predicción: los mismos que alaban hoy a Greenspan, ¡mañana le darán una patada! Como señala correctamente The Economist, el presidente de la Fed se comporta de una manera irresponsable. Es evidente que esta frenética tasa de crecimiento, no se puede mantener indefinidamente, y tampoco es sostenible la increíble subida de los valores bursátiles. The Economist se puede permitir ser objetivo a la hora de dar consejos, porque se encuentra a miles de kilómetros de distancia del lugar de los acontecimientos. Es más fácil ser objetivo con las dificultades financieras o matrimoniales del vecino, que con las suyas propias. Por desgracia, normalmente los vecinos suelen hacer caso omiso.
La burguesía estadounidense parece abandonada a sus sentidos. Como los sacerdotes romanos y adivinos consultaban las entrañas de los animales muertos, los burgueses buscan cualquier augurio para confirmar que la economía USA se enfriará lentamente, y alcanzará un punto en el cual puedan mantener indefinidamente una tasa hipotética de crecimiento. Pero la probabilidad de encontrar ese punto imaginario, es la misma que tenían los antiguos alquimistas de encontrar un metal que se convertiría en oro. Mientras tanto, no hacen nada para frenar el aumento del precio de las acciones y contener la tasa de crecimiento económico.
Tarde o temprano, la burbuja bursátil de EEUU tiene que estallar, y con consecuencias serias -y no sólo en EEUU-. Por eso The Economist lleva dos años rogando a la Fed que pise el freno, y expulse un poco de aire de la burbuja antes de que ésta estalle. El problema es que a lo largo de la historia, en cada boom económico la burguesía se ve afligida por las mismas ilusiones: “el capitalismo ha solucionado sus problemas, algo radical ha cambiado, todo es diferente, ya no habrá recesiones”. Y como corolario: “la lucha de clases está fuera del orden del día, ya no habrá más revoluciones”. Como siempre todo acabará en lágrimas.
La principal proposición de los economistas burgueses, se puede exponer de forma sencilla: este es el boom más largo y sostenido de la historia, ya ha durado ciento quince meses -si aceptamos como pretenden que comenzó en marzo de 1991-. También dicen que este boom, está impulsado por un método de producción completamente nuevo, y por la revolucionaria tecnología de la información -Internet y los ordenadores-. Y por último, que ha cambiado radicalmente el ciclo de desarrollo capitalista. Esta teoría -muy popular en EEUU- es conocida como el Nuevo Paradigma Económico.
Para respaldar esta teoría, los defensores del NPE, dicen que el advenimiento de la globalización nos obliga a replantearnos todas las leyes económicas. La globalización ha creado un vasto mercado para el capital, y ha abierto a la explotación capitalista cada rincón del planeta. Sin duda, la rápida expansión del comercio mundial ha sido uno de los principales impulsores del boom y ha ayudado a su sostenimiento. Ya hemos dicho muchas veces que Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, pronosticaron y explicaron el fenómeno de la globalización. Tampoco es la primera vez que ha existido la globalización. De hecho podemos decir que antes de 1914, existía más globalización y mayor división internacional del trabajo que hoy en día. Y también se aplica al movimiento internacional del trabajo.
El comercio mundial sin duda ha jugado un papel clave en el reforzamiento y prolongación del ciclo actual, porque al mismo tiempo que conseguía dar una salida a las mercancías y servicios, también abarató el precio de la mayoría de los productos y ayudó al control de la inflación. Hasta hace poco, la competencia con las economías con salarios más bajos, ha tenido un efecto depresor sobre los salarios en los países capitalistas desarrollados. El alcance no está claro, y aún así es difícil cuantificarlo. La amenaza de una gran empresa transnacional que puede mover sus operaciones de Gran Bretaña a la República Checa, realmente es una espada de Damocles que pende sobre la cabeza de los trabajadores. La hostilidad de los sindicalistas hacia la “globalización” no tiene nada que ver con este chantaje económico.
En cuanto a la inflación, es verdad -al menos por ahora-que, con la excepción del petróleo, los precios se han mantenido bajos. Hasta hace poco la inflación era del 1,9% en EEUU, una tasa históricamente desde la posguerra. El desempleo en EEUU está en su nivel más bajo en treinta años. Pero por encima de todo, está el boom de la productividad laboral -la fuerza motriz de la economía-. Utilizan todos estos argumentos para justificar que el boom actual durará para siempre.

Una vez más sobre el Nuevo Paradigma Económico
¿Hasta qué punto los hechos corroboran la teoría del Nuevo Paradigma Económico? Los defensores de la teoría presentan cifras para demostrar la fortaleza de este boom. Sin duda, la nueva tecnología ha tenido un efecto colosal en el aumento de la productividad. ¡Por supuesto! Si la nueva tecnología no aumentara la productividad y por lo tanto los márgenes de beneficio, entonces no invertirían. El objetivo de la producción capitalista es aumentar la cantidad de plusvalía mediante el ahorro del tiempo de trabajo.
Pero esto sólo se puede aplicar a un sector, y sólo a un sector -a la tecnología de la información (TI)-. No hay duda de que es un sector importante, las ventas de semiconductores en el mundo subieron un 17% sólo en 1999. Más de nueve millones de personas en EEUU trabajan en este sector, puede que ahora sean más. Y es un hecho importante, pero igualmente significativo es que este sector, es el único en el que ha aumentado la productividad. Toda la economía de EEUU depende exclusivamente de un solo sector, y por lo tanto, se mantendrá o caerá con él. Lejos de ser un punto fuerte, este desequilibrio es una fuente seria de debilidad.
Sin duda la tecnología de la información es muy importante: hoy en EEUU trabajan más personas en la TI que en Ford, la industria automovilística o el acero. Este hecho también refleja la naturaleza cambiante de la producción y de la clase obrera, y que es una característica constante en la historia del capitalismo. En cada modificación del proceso productivo, cambia también la composición de la clase obrera. La generación actual de trabajadores en la industria de ordenadores, trabaja de forma diferente a los trabajadores de Ford. Pero la diferencia es sólo relativa. Ya que no dejan de ser trabajadores que venden su fuerza de trabajo para poder vivir. Es más, la diferencia entre los distintos sectores de producción cada vez se estrecha más. Las condiciones laborales en estas grandes oficinas, donde se concentran muchos trabajadores frente a sus ordenadores, se parecen mucho a las condiciones laborales en las grandes fábricas. “El ser social determina la conciencia”, este es un axioma del marxismo. En la medida que las condiciones laborales de los trabajadores de “cuello blanco” se parecen cada vez más a las del proletariado industrial, también desarrollan la misma conciencia de clase. Y esto se puede ver en las recientes huelgas que han protagonizado estos sectores en Gran Bretaña y EEUU.
Incluso en las industrias tradicionales como Ford, la aplicación de la nueva tecnología permite un aumento de la productividad, ahora se produce más en un período de tiempo más corto, con menos trabajadores y menos esfuerzo físico. La nueva tecnología aumenta la productividad de varias formas. Por ejemplo, mediante la transmisión más rápida de la innovación. Incluso las pequeñas mejoras en la forma de repartir el capital puede tener enormes consecuencias. La estructura de precios es cada vez más competitiva, las empresas pueden tener menos existencias y pueden reaccionar más rápidamente a las condiciones del mercado. La fábrica de acero sueca, Sandvik Cormant, espera que el 40% de sus ventas en Escandinavia las pueda hacer a través de Internet, y eso supondría la reducción a la mitad de los costes. Algunos calculan que estas mejoras obtenidas por la aplicación de la nueva tecnología puede añadir un 1% a las tasas de crecimiento global.
La cuestión es si las conquistas de la productividad en TI suponen una mejora general de toda la economía, y entre los economistas este es ahora el debate. Es difícil calcular el crecimiento de la productividad en el sector servicios, que ha crecido muy rápidamente en todos los países. ¿Cómo se mide el crecimiento de la productividad en un McDonalds? Es evidente que hasta el momento los logros de la productividad registrados en este sector no se pueden equiparar al resto de la economía USA. Es más, los últimos acontecimientos demuestran que no hay una relación automática entre la introducción de nueva tecnología y el asunto serio de conseguir beneficios. El ejemplo de Amazon que todavía no ha generado beneficios, a pesar de la enorme cantidad de inversión que ha recibido. Es una prueba de que quizá algunas de las pretensiones extravagantes relacionadas con la nueva tecnología, habría que tomarlas con cautela.
Las conquistas conseguidas en la productividad, no significa que el ciclo boom/recesión se haya eliminado. Incluso los economistas burgueses serios reconocen este hecho. El 14 de febrero Business Week publicaba un artículo en el que se podía leer: “Las mismas fuerzas que impulsan la economía a sus niveles actuales, también son un gran riesgo de una profunda disminución del ritmo. Más pronto que tarde, el boom de la nueva economía es probable que le sigua el parón de la nueva economía. Una recesión y una caída de la bolsa podría ser más profunda de lo esperado”. (Business Week. 14/2/00. El subrayado es nuestro). Estas palabras expresan la verdadera opinión de los estrategas serios del Capital.

Crecimiento rápido
Una primera mirada a los hechos, parece que confirman la teoría del NPE. Desde 1995 el promedio de crecimiento ha sido del 4,4% y la tasa de desempleo ha caído al 4%. Y lo más importante, la productividad ha crecido una tasa anual del 2,8%. Esto ha llevado a muchas personas a suponer que la economía USA ha sufrido un cambio radical y esto permitirá prolongar el boom indefinidamente.
La conclusión de esta teoría es aceptar que el sistema capitalista ha cambiado radicalmente, y que los capitalistas finalmente han conseguido controlar el sistema (o más exactamente, controlar el mercado), y que por consiguiente, de ahora en adelante no habrá más recesiones. Si esto fuera verdad, los marxistas tendrían que replantearnos todo. Si el Nuevo Paradigma Económico es correcto, eso supondría que las bases económicas del marxismo son incorrectas, y que los tres volúmenes de El Capital habría que relegarlos al museo de antigüedades históricas y, por último, habría que poner un gran signo de interrogación sobre el programa, la política y las perspectivas del marxismo. El objetivo de este artículo es demostrar que ninguna de estas afirmaciones es correcta, y que el nuevo paradigma económico no resiste ninguna evaluación ni crítica seria.
Comencemos con el primer argumento, relacionado con la duración del ciclo actual. Es verdad, como ya hemos señalado, que el boom ha durado ya ciento quince meses. Pero este punto requiere una aclaración. Si tenemos en cuenta los primeros cuatro o cinco años, desde 1991 a 1995, fue un boom muy raquítico, caracterizado por unas cifras de crecimiento muy bajas, por la escasa inversión y el elevado desempleo. A decir verdad, para la mayoría de los trabajadores de Gran Bretaña, Europa y también EEUU, parecía más una recesión que un boom. Incluso los comentaristas burgueses más serios reconocieron este hecho, y lo caracterizaban como un “boom triste”. Hace poco The Economist señalaba: “Hasta 1995 la mayoría de las personas pensában que era una recesión”. Los defensores del NPE parece que han olvidado este pequeño detalle. Por lo tanto cuando hacemos referencia a la duración del actual boom, realmente hablamos de un período de cinco años -desde 1995 hasta la actualidad-. Aún así, es un período de tiempo respetable para una expansión económica, pero lejos de las exageradas pretensiones que hacen algunos.
No sólo el boom estaba más limitado en el tiempo de lo que se afirmaba, también hasta hace poco, estaba muy limitado geográficamente. En realidad, hasta hace poco, era sobre todo un fenómeno estadounidense. En EEUU hubo un desarrollo significativo de la producción, pero este no se reflejó en otros países, o sólo se reflejó en un grado insignificante. En concreto es el caso de Europa, aquí el boom realmente comenzó hace dos años y de una manera muy irregular. Hasta cierto punto, Gran Bretaña experimentó un crecimiento más en la línea de EEUU (aunque más débil y posterior). Esto también refleja la dependencia que tiene Gran Bretaña de EEUU, en la práctica es su satélite. Y esta situación tendrá serias consecuencias para el capitalismo británico, porque su base industrial ha continuado erosionándose durante el boom.
Otros países europeos también han registrado un crecimiento significativo, aunque en la mayoría de los casos fue un desarrollo tardío -un subproducto del boom en EEUU-. Al aumentar la demanda en EEUU, el dólar alto y la debilidad del euro ha permitido a los capitalitas europeos incrementar sus exportaciones a EEUU. Irlanda ha tenido una tasa de crecimiento elevada. Hace poco España también experimentó un boom. Pero el crecimiento en Alemania, la fuerza motriz tradicional de Europa, ha sido raquítico, y con una elevada tasa de desempleo. La debilidad de Europa en general, y Alemania en particular, se refleja en la debilidad del euro. Increíblemente, Schröeder hace poco declaró que Alemania prefería un euro débil, porque hacía que sus exportaciones fueran más competitivas, un cambio de rumbo importante de la posición tradicional alemana. Sin embargo, la debilidad del euro es un lujo por el cual los capitalistas europeos pagarán un alto precio. Ya hay síntomas de un aumento de la inflación en Europa. Esto presionará al Banco Central Europeo para mantener altos los tipos de interés así consiguen unas tasas de crecimiento interminables.
Si se mira a Japón, el motor tradicional de crecimiento en Asia desde la Segunda Guerra mundial, la situación es aún más clara. Japón lleva en recesión diez años, y sólo ahora comienza a salir. Incluso así, la recuperación de Japón tiene un carácter tan débil que no puede jugar el mismo papel que en el pasado. Además, no durará mucho porque sus bases son completamente artificiales. El hecho de que Japón, uno de los principales motores de la economía mundial se encuentre en esta situación, en sí mismo representa un cambio fundamental en la situación.
Después está Asia. Es necesario recordar que el Sudeste Asiático fue la salvación durante años del sistema capitalita. Resultaría muy instructivo volver a leer lo que escribían los burgueses en 1992 y después, acerca de Asia. Todo era Asia, Asia y más Asia. Hablaban del “modelo asiático” que permitiría tasas elevadas y permanentes de crecimiento ininterrumpido. Como explicamos en su momento, no hay nada nuevo en eso. Basta remontarnos a la mitad del siglo XIX, Engels escribía en el tercer volumen de El Capital sobre las ilusiones de los manufactureros del algodón en Lancashire, con relación a las perspectivas aparentemente ilimitadas de los mercados chinos, decían que nunca habría otra recesión en la industria algodonera inglesa. Los mismos argumentos defienden hoy los defensores del nuevo paradigma económico. En realidad, no hay nada nuevo en estos argumentos.

EEUU: la clave de la economía mundial
Examinemos ahora la posición de EEUU. Ese crecimiento ha tenido lugar, y ha sido (y lo es aún) significativo. Pero esto no agota la discusión. La cuestión no es si EEUU ha experimentado o no crecimiento. La cuestión es si este crecimiento tiene un carácter excepcional que represente un fenómeno completamente nuevo, nunca visto antes, y por consiguiente, los fundamentos del ciclo capitalista han cambiado.
Para cualquiera que sepa algo sobre la historia del ciclo económico, sabrá que siempre se reproduce el mismo lenguaje e idéntica mentalidad, con una previsibilidad tediosa en la cumbre de cada ciclo económico. Tan pronto como aparece una espiral ascendente ¡todo continua!. Sí estamos endeudados, pero nos recuperaremos cuando suban las acciones. Esto puede durar durante un tiempo, pero inevitablemente el día fatal llega cuando ya no consigues beneficios, cuando las acciones comienzan a bajar, y todo se vuelve en su contrario. Todos estos factores que crearon una espiral ascendente, en cierto momento se vuelven en su contrario. No se puede predecir la fecha exacta, sólo se pueden hacer conjeturas. Pero sí se puede afirmar con absoluta certeza es que se alcanzará el punto crítico en que todo comience a desenmarañarse. Y entonces la burguesía tendrá serias dificultades.
Contrariamente a las afirmaciones de que “los fundamentos son sólidos”, el boom actual es un coloso con pies de barro. Como ya hemos explicado en anteriores documentos, una gran parte del dinero invertido en la bolsa, es lo que Marx calificó como capital ficticio -papel dinero sin valor real-. Todos los economistas burgueses serios están de acuerdo en que el boom en la bolsa es una enorme burbuja financiera que con el tiempo estallará. Una gran parte del capital especulativo a su vez está relacionado con la orgía de fusiones y absorciones. ¿Éstas representan un desarrollo de las fuerzas productivas? Todo lo contrario. A cada fusión le sigue un recorte de los medios de producción, cierres y despidos. Con estos medios los capitalistas intentan reducir las fuerzas productivas a lo que consideran factible dentro de los estrechos límites del sistema capitalista.
Pocas personas comprenden el mercado de valores. Lo consideran como un banco, cuando en realidad es un casino, donde puedes ganar mucho dinero, y también perder hasta la camisa. Business Week explica: “Los ‘baby boomers’ [personas nacidas inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial] comienzan a salidas para que sus años de ocaso sean financieramente seguros, y ponen su dinero en fondos de inversión mobiliaria”. (Business Week. 14/2/00).
La gente ha apostado sus pensiones y casas en la bolsa, los efectos de una deflación en los activos será muy severa. Las implicaciones sociales y políticas son evidentes.
Todos los economistas serios están preocupados por elevado nivel de endeudamiento en EEUU: “Nunca se habría tenido que permiter ir tan lejos a la borrachera de préstamos privados en EEUU (...) Esto ha contribuido a un sobrecalentamiento peligroso que probablemente terminará en un “aterrizaje” duro en lugar de ‘suave’”. (The Economist. 22/1/00).
La razón por la que esta situación en EEUU es tan alarmante, para los economistas de la burguesía, es porque EEUU se está comportando de la misma manera que Japón en los años ochenta. Saben que, como consecuencia, Japón ha sufrido una dura recesión durante diez años, de la que todavía no puede salir. Este es precisamente la resaca del período anterior. Si es malo con relación a Japón, pero es que EEUU es el sostén de la economía mundial. Por lo tanto la burguesía de todo el mundo está preocupada seriamente con la situación. Y no les tranquiliza la labia fácil del “nuevo paradigma económico”.

Marx y la innovación
Como hemos visto, el principal área de expansión en el ciclo actual ha sido la tecnología de la información. El anterior Secretario de Trabajo -Robert R. Reich- cree que el 70% de los créditos para la expansión pertenece a los ordenadores e Internet. Desde un punto de vista marxista no hay nada nuevo en esto. Ya lo anticipó El Manifiesto Comunista y El Capital. El Manifiesto explica lo que es ABC para un marxista, es decir, que el sistema capitalista, a diferencia de anteriores sistemas en la historia, sólo puede existir revolucionando constantemente los medios de producción.
Está de moda hablar sobre los efectos de largo alcance de la tecnología de la información. Evidentemente son acontecimientos importantes, pero éstos se pueden ver en todos los ciclos económicos. Y no nos referimos al ciclo comercial como tal, sino a períodos históricos más amplios que han caracterizado las diferentes fases del desarrollo capitalista, como fue el período del auge de la posguerra frente al período entre guerras, por ejemplo. Incluso el examen más superficial de ciclos amplios del capitalismo nos revelará que cada uno de ellos desde la Revolución Industrial se ha caracterizado precisamente por la inversión en nueva tecnología, con consecuencias importantes. La energía de vapor sentó las bases para la Revolución Industrial, revolucionó la producción de tejidos. Y después vino el boom de los ferrocarriles durante la segunda mitad del siglo XIX.
En cada ciclo, los capitalistas buscan campos de inversión más rentables. En la actualidad este papel lo juega la TI. Internet es sin duda un invento muy importante, con enormes consecuencias sobre todo para una economía socialita planificada en el futuro. Pero el argumento de que ha modificado el sistema productivo y que ha eliminado el ciclo boom/recesión es sencillamente una idea absurda. En cada ciclo, como ya señalamos en Al filo de la navaja, han existido inventos que no eran menos revolucionarios, pero incluso algunos lo fueron más. El efecto de los ferrocarriles, el barco de vapor y el telégrafo fueron más revolucionarios a la hora de unir el mundo que Internet. Después de los ferrocarriles llegó el coche a motor (fordismo), la electricidad, la energía, la química, los plásticos, la radio, la televisión, los aeroplanos, el radar y la energía nuclear -todos representaron grandes avances-.
Todos los impresionantes avances tecnológicos nos sirven para vislumbrar como podría ser una futura sociedad socialista. Pero del hecho que exista la tecnología, no se puede desprender la idea de que el ciclo económico ya no exista. Esta conclusión es ilógica incluso desde el punto de vista de la lógica formal. Y si lo vemos desde una perspectiva histórica veremos también que es absurdo. Por ejemplo, en los años veinte y treinta, existía la tecnología más asombrosa: teléfonos, electricidad, aviones, coches, televisión y una multitud de cosas más, pero podría no haberse desarrollado. ¿Por qué?
Para que la tecnología se desarrolle, debe ser en interés de esa clase que tiene el poder material de desarrollarla. Esto se puede ver desde los tiempos antiguos. Los griegos inventaron la energía a vapor y también construyeron modelos de máquinas de vapor que funcionaban. Pero no pasaron de ser un juguete o curiosidad. ¿Por qué? Porque la economía esclavista se basaba en una oferta aparentemente ilimitada de trabajo humano gratuito. ¿Por qué a los propietarios de esclavos les debía interesar una máquina que ahorraba trabajo humano? En el feudalismo existía una situación similar, esta vez era el trabajo de los siervos. El señor feudal tampoco tenía interés en invertir su plusvalía en maquinaria y tecnología. ¿Para qué si disponía del trabajo de los siervos? Sólo con la llegada del capitalismo y la revolución industrial, la reducción del tiempo de trabajo adquiere una importancia crucial, y esto a ocurrido en cada etapa de desarrollo del capitalismo durante los últimos doscientos años. Como explica Marx, el capitalismo es el único sistema socio económico que para existir necesitaba revolucionar constantemente las fuerzas productivas.
Pero esto en absoluto significa que los capitalistas estén interesados en invertir en tecnología. La burguesía invertirá sólo en la medida que consigan una ganancia adecuada de su inversión y en no mucho tiempo. En cierta etapa del ciclo de inversión, la ganancia obtenida con el capital ya no es suficiente para merecer más inversión. En ese momento, los capitalistas dejan de invertir y por lo tanto el boom se acaba. El simple hecho de la existencia de la tecnología y el potencial productivo no es una garantía contra la crisis. Más bien todo lo contrario. Es una fuente incontrolada de inversión en nuevos caminos que a la larga genera sobre inversión, sobreproducción, la caída de la tasa de beneficios y por último, una caída en la masa de beneficio que lleva a la crisis.

La inversión y la tasa de beneficio
En cada boom de la historia, la inversión es lo que lo mantiene. Los defensores del nuevo paradigma económico anuncian triunfalmente el surgimiento del llamado capital de riesgo que sólo en 1999 invirtió 45.000 millones de dólares en EEUU. Pero el capital de riesgo sólo ha invertido para crear nuevas empresas en el sector de la tecnología de la información. Por supuesto que es una cantidad importante, sobre todo si se compara con la cifra de 1990, que fueron 3.700 millones de dólares. En el primer trimestre del 2000, se invirtieron 22.700 millones de dólares. El año anterior (1998) fueron 6.200 millones, es un gran aumento de inversión en el sector de capital de riesgo. Este fenómeno tiene implicaciones importantes para EEUU -y no sólo económicas, también sociales y económicas-. Una parte importante de este capital procede de los estadounidenses normales con su inversión en la bolsa de valores. En realidad, el fenómeno del capital de riesgo está estrechamente relacionado con el boom bursátil.
La inversión es la savia del sistema capitalista. Mientras continua afluyendo en estas cantidades tan copiosas, el boom puede continuar. Pero en cualquier caso, tarde o temprano, el deseo del capitalista de invertir para conseguir grandes beneficios se enfrentará a la contradicción fundamental del sistema capitalista: la contradicción entre el apetito ilimitado de los capitalistas por la plusvalía que impulsa la inversión, y la naturaleza limitada del mercado y la capacidad de consumo de la sociedad. En el documento Al filo de la navaja ya señalamos como se produce este proceso. Esto ha ocurrido en todos los booms de la historia. Cuando aparece un nuevo campo de inversión, los capitalistas que primero llegan consiguen beneficios fabulosos. Bill Gates es un ejemplo actual, el problema es que los que le siguen: se ven obligados a introducir la misma tecnología. Esto crea una contradicción. La burguesía ve una puerta abierta y se dirige en masa a ella. También esta situación empuja a muchos inversores pequeños a seguirles, como los leemings se dirigen al acantilado más cercano. ¡Es natural! Todos quieren sacar provecho. Pero cuando la regla se comienza a aplicar, la tasa de beneficios que al principio era inmensa, se acerca a sus niveles normales y después comienza a caer.
Existe una tendencia inherente a la sobre inversión y la sobreproducción. Esta es la contradicción central del sistema capitalista: la contradicción entre la sed ilimitada del capitalista por la plusvalía y el poder limitado de consumo de las masas. Los capitalistas pueden eludir la crisis durante un tiempo, mediante la inversión en lo que Marx llama el Departamento Uno -la producción de los medios de producción-. Este ha sido el caso del boom actual. En EEUU se ha producido una inversión masiva en la producción de ordenadores, y ha sido la fuerza motriz del boom.
Se han invertido sumas asombrosas de dinero en la nueva tecnología, sobre todo en Internet. Las acciones de este sector se han disparado y alcanzado niveles estratosféricos. Y muchas de estas empresas han tenido un centavo de beneficio. Esta contradicción no puede durar. Una vez los inversores se den cuenta de que las acciones no tienen ningún valor, entonces la caída está asegurada. Esto ha comenzado a ocurrir. El valor de las acciones de Amazon pasó de 103.000 millones de dólares en diciembre de 1999, a 66.000 millones en espacio de un mes, en enero de 2000. Posteriormente se produjo una caída profunda del índice Nasdaq, que reflejaba la crisis de confianza en las acciones de nueva tecnología. ¿Por qué? Porque no están consiguiendo ningún beneficio. Y a pesar de que las acciones de Internet subieron en los doce meses anteriores casi un 1.000%.
La crisis asiática demostró que ocurre cuando el mercado alcanza la sobreproducción (sobre capacidad). Pero en el ciclo actual, todavía no se ha alcanzado este punto decisivo (pensábamos que se iba alcanzar antes pero no ha sido así). La expansión continua, estimulada por el aumento de la productividad. La inversión -el motor de cada ciclo capitalista- continúa, y mientras esto continúe, el boom también continuará. El dinero que se gasta en nueva inversión todavía tiene el efecto de crear empleo, extender y desarrollar la demanda y el crédito, y esto también prolonga el boom. Esto por supuesto es lo que ocurre en la actualidad, pero si se mira más allá de las superficialidades veremos como el futuro es más preocupante. ¿Para qué se invierte esta ingente cantidad de capital? Por supuesto se invierte para conseguir beneficios. Y si preguntamos: ¿Cuál es la probabilidad de que todo el beneficio previsto se materialice? La respuesta es bastante sombría.

La productividad
El boom de la bolsa es la expresión más visible de lo que lleva al sistema hacia delante: la insaciable sed de plusvalía que se presenta ante los inversionres como el maná celestial -los beneficios y los dividendos parecen algo mágico-. Esta roca carrera para hacerse rico rápidamente sin duda a jugado un papel a la ora de acelerar la tasa de innovación tecnológica. Los inversores hasta hace poco corría a ofrecer dinero a cualquiera que prometiera nueva innovación o algo similar. Esto a su vez, sirvió para estimular la productividad en determinados sectores de la economía. Hay que recordar que la productividad laboral se incrementa para obtener una mayor reducción del tiempo de trabajo: conseguir que el trabajador produzca más en un período de tiempo cada vez menor, y así producir más plusvalía. La importancia de la tecnología para la productividad se puede comprobar en la reciente encuesta publicada por la Oficina de Estadísticas Laborales USA que demuestra que más de la mitad de los logros de la productividad en 1995-8 proceden de la aceleración del cambio tecnológico.
Este proceso se puede ver claramente en el ciclo actual. El primero que entró al mercado consiguió fabulosos beneficios, muy por encima de la media. Después el resto entró a tropel en las mismas áreas de inversión. Es una cuestión muy sencilla: ¡invertir o morir! El dinero fluye hacia el riesgo donde se espera las mayores tasas de beneficios. Han aparecido competidores en cada industria: telecomunicaciones, Internet, ordenadores... De esta forma el boom generó más capital, que entrado en todas las zonas de la economía: sanidad, seguros, banca, servicios, supermercados... La causa se convierte en efecto y el efecto se convierte en causa. La expansión de la demanda y el crédito se alimentan mutuamente, para llevar a la economía hacia delante. Los beneficios (o la expectación de aquellos) estimula el boom bursátil, y éste boom proporciona los fondos para más innovación, más productividad y más beneficios (reales o imaginarios). Y así sucesivamente... este proceso (un “ciclo virtuoso” de crecimiento) tiene límites muy definidos.
En primer lugar, esta expansión no es una cuestión de libre elección o planificación. Está guiada por la necesidad y por las leyes internas de la acumulación capitalista. Los capitalistas no introducen nueva tecnología porque les resulte divertido, se ven obligados a innovar bajo pena de extinción. Una vez que Bill Gates ha conseguido una gran parte del mercado con Microsoft, otros se ven obligados a seguirle, con lo cual Windows también se ve obligado a modernizar sus productos constantemente, los otros intentan mejorarlos, y así sucesivamente. Por supuesto que esto no evita que Microsoft utilice sus músculos para acabar con sus competidores y conseguir una posición de monopolio. Pero ese es otro tema. El punto principal es que todos se ven obligados a adoptar las innovaciones a un ritmo acelerado, lo quieran o no. Se ven obligados a invertir cada vez más cantidades de capital y bajar los precios para competir en un mercado saturado. La tasa de beneficio cae rápidamente a su nivel normal, y entonces se produce una lucha para mantener los márgenes de beneficios, normalmente a expensas de la fuerza laboral.
El proceso aquí descrito contiene parte de la razón para el bajo nivel de inflación que ha caracterizado este ciclo. En cada boom las mejoras tecnológicas conducen al abaratamiento de las mercancías, y este ciclo no es una excepción. El aumento de la productividad generalmente significa más crecimiento y menos inflación. En los últimos años hemos visto la caída más dramática en el precio de los ordenadores y productos relacionados, y este proceso continúa. Durante la segunda mitad de la década de los año noventa, los precios del software y la tecnología de la información cayeron rápidamente y con ellos la inflación se redujo en medio punto.
Tarde o temprano, este proceso crea nuevas contradicciones. Marx explica que es imposible obtener plusvalía de la maquinaria. Toda esa maquinaria lo que hace es añadir al producto final el valor acumulado en sí misma, es decir, el trabajo socialmente necesario gastado en su producción. Este valor otorgado por la maquinaria el capitalista lo descuenta como el coste de la depreciación. A propósito, la depreciación no sólo es física (oxidación, desgaste y roturas) también es lo que Marx llama “depreciación moral”, es decir, obsolescencia. La velocidad con la cual, por ejemplo, los ordenadores se vuelven obsoletos, es fenomenal. En la medida que las sumas de dinero implicadas en esta tecnología son enormes, la primera necesidad del capitalista es conseguir el reembolso del capital que él invirtió al principio. Como veremos, esto a veces es más fácil que otras. Según avanza el ciclo, y según se acumulan más capitalista en el mercado, aparece la tendencia a la sobre inversión y consiguientemente la sobreproducción. Contrariamente a las ilusiones de los defensores del NPE, la posibilidad de sobreproducción, que es inherente al capitalismo, no se puede eliminar con las nuevas técnicas o la producción justo-in-time, y más bien todo esto sólo empeora la sobreproducción.

Plusvalía absoluta y plusvalía relativa
Los defensores del nuevo paradigma económico depositan una fe extraordinaria en la nueva tecnología: algunos dicen que es justificada y otros que no. La nueva tecnología sin duda ha aumentado la productividad. La informatización de la cadena de suministro, permite tener listos los inventarios en tiempo real y la producción justo-in-time, ellos dicen que eso significa que la producción nunca podrá ir por delante de las ventas. De esta forma, superan la sobreproducción. Por otro lado, el continuo crecimiento de la productividad más la competencia mantiene la inflación controlada (en EEUU, sí excluimos la comida y la energía, la inflación en el último período ha bajado); por eso la Fed se puede permitir el crecimiento y no subir los tipos de interés.
Incluso con relación a la productividad, es necesario señalar que mientras parte del aumento de la productividad se ha debido a la nueva tecnología, no ha sido el caso en la mayoría que no tienen nada nuevo en absoluto. Marx hablaba de plusvalía absoluta y relativa; es decir, la prolongación de la jornada laboral y la intensificación de la explotación. Y esto está ocurriendo por todas partes. En EEUU durante los últimos veinte años, la semana laboral oficial ha pasado de 40 a 50 horas (en la práctica es más larga).
Los trabajadores en EEUU trabajan más horas y tienen dos o tres empleos. Incluso se hacen chistes con esta situación: por ejemplo el Presidente Clinton fue a cenar con algunos empresarios, mientras se sentaban en la mesa y bebían el champaña, el inquilino de la Casa Blanca se jacta: “¡Basta con mirar nuestra economía! ¡He creado un millón de empleos!. Hasta entonces el camarero permanecía impasible, pero entonces dice: “Sí señor presidente lo sé, pero yo tengo tres!”.
La gente trabaja largas jornadas laborales, tienen uno, dos o tres empleos para poder llegar a fin de mes. Los trabajadores están sometidos a una presión enorme, y lo saben. Y eso no es sorprendente para los marxistas. Marx explica en El Capital que bajo el capitalismo la introducción de nueva maquinaria no significa la reducción de las horas de trabajo sino el aumento del día laboral. El día laboral ha aumentado inexorablemente en todas partes durante la última década. Ha ocurrido incluso en Francia, a pesar de la introducción de la jornada laboral de 35 horas semanales. Los trabajadores franceses se han dado cuenta de que la ley de las 35 horas, no ha solucionado nada. La introducción la flexibilidad representa un ataque a los derechos y condiciones laborales.
El factor decisivo ha sido la presión despiadada sobre los salarios y que ha caracterizado todo el boom. Se ha ejercido una presión despiadada sobre los trabajadores que producen más en menos tiempo del necesario para producir una mercancía. Los salarios han ido por detrás de las conquistas en la productividad. En EEUU los salarios reales hasta hace poco no habían aumentado en veinte años. Esto no puede seguir así, y los propios burgueses lo admiten. Durante algunos años, economistas como Stephen Roach han venido pronosticando una insurrección de los trabajadores en EEUU, y ya hay síntomas de ello. En EEUU ha comenzado a aparecer la escasez laboral, y eso está originando presión para la subida de los salarios. Por eso algunos políticos capitalistas piden una relajación de los controles de inmigración para determinadas categorías de trabajadores. Por supuesto que esta medida no responde a preocupaciones humanitarias, sólo a su propio interés, y por motivos económicos a corto plazo.

¿Un nuevo boom tecnológico en Europa?
Hace algunos años la burguesía imaginaba que había encontrado un mercado infinito en Asia. Babeaban con China, donde nos aseguraban, existía un mercado de 1.300 millones de personas. Ya dijimos que era algo pueril, y teníamos buenas razones. Desde el punto de vista capitalista, un mercado es poder adquisitivo, y donde no hay poder adquisitivo no hay mercado. Desde ese punto de vista no hay mercado de 1.300 millones de personas en China, aunque por supuesto todavía tiene un gran interés para Occidente. Ahora utilizamos los mismos argumentos con relación a la nueva tecnología. Sin duda todo acabará de la misma forma.
¿Pueden los capitalistas aumentar la productividad sin la introducción de nueva tecnología? Cada vez se escucha más este argumento con relación a Europa. En Europa Internet llegó más tarde que en EEUU, y esto puede dar una mejora de la productividad. Europa supera a EEUU en teléfonos móviles. La siguiente etapa eliminará la necesidad de ordenadores para acceder a Internet. En 1999 Europa gastó 200.000 millones de dólares en nueva TI y se calcula que se gastará un 30% más este año. Esta inversión, según Smith Barney, un economista de Salomon, puede estimular la productividad un 0,5% para el año 2003. ¿Puede que una nueva oleada de innovación tecnológica en Europa puede dar un nuevo respiro al boom?
Uno de los argumentos contra la perspectiva de una recesión es que hay muchos productos nuevos (y por lo tanto, muchos nuevos campos de inversión). La esperanza es que el capitalismo europeo, que ha superado a EEUU en este campo, pueda salvar la situación. Pero este argumento no vale. Como señalamos en Al filo de la navaja, el simple hecho de la existencia de nuevo potencial tecnológico no significa ni que no habrá un a recesión, ni que la nueva tecnología despegará en una etapa determinada.
Se ha hecho mucho ruido con la perspectiva de una tercera generación de radioteléfonos en Europa. Pero las sumas de capital necesarias para desarrollar una nueva generación de pequeños móviles son realmente asombrosas: entre 60.000 y 200.00 millones de dólares. ¿Y cuál es la perspectiva de conseguir beneficios decentes con estas sumas astronómicas? En el mejor de los casos brumosas. El entusiasmo inicial de los inversores se ha evaporado como la espuma. Desde marzo, el precio de las acciones en este sector ha caído un 50%. Las grandes empresas europeas empujadas por la competencia, continúan gastando mucho dinero en esta tecnología. Y corren un gran riesgo. Sólo los costes de desarrollo son enormes. Nokia por ejemplo, gasta el 9% del total de sus ingresos en investigación y desarrollo -más de 2.000 millones de dólares-. ¿Cómo van a conseguir recuperar ese dinero? Ericsson, otra empresa importante en este campo, ahora lucha por mantener su parte del mercado con apenas un 1% de margen de beneficios.
Realmente, no se puede utilizar el argumento de que la mayoría de la nueva tecnología se encuentre en funcionamiento: pantalla plana de televisión, TV digital y teléfonos móviles con Internet, etc., Por supuesto que es posible todo tipo de inventos maravillosos. Pero no hay que olvidar lo que dijo Henry Ford: “Yo hago negocios para hacer dinero y no coches”. Sabemos que toda esta tecnología existe. También sabemos que hay mucho potencial para hacer dinero, sin embargo, entre el potencial de hacer dinero y realmente hacer dinero hay más de una pequeña diferencia. Para hacer dinero tienes que vender las cosas en alguna parte, y de algún modo. Para vender necesitas un mercado. Tarde o temprano la nueva tecnología chocará con las barreras de la producción capitalista. Las mercancías se producen para conseguir un beneficio. Para conseguir beneficio es necesario encontrar un mercado. Y un mercado presupone la existencia de poder adquisitivo.
No hay que olvidar, que la inversión siempre es más fuerte en la cima de un boom, justo antes del colapso. Por esta razón el colapso siempre ocurre cuando menos se espera. Esta vez no será una excepción. El talón de Aquiles del argumento es que la productividad ya no crece como antes. En 1999 la productividad laboral en la los países de la zona euro subió un 1.9%. Inferior al 2% de 1998. En Gran Bretaña la productividad está descendiendo. Esto sugiere que el aumento de la productividad ha alcanzado sus límites. Después de todo, el día sólo tiene 24 horas, y la capacidad de los trabajadores d producir más en menos tiempo también tiene un límite físico.
Es ya evidente que la tasa de reembolso del capital no es lo que era. [Ver el artículo de Michael Roberst De los toros a los osos]. La llamada ley de la disminución de la tasa de ganancia es una forma vaga y confusa que tienen los economistas burgueses para expresar la ley de la tendencia a la caída de la tasa de beneficio, explicada científicamente por Marx. Los capitalistas encuentran que sus inversiones en nueva tecnología ya no les proporciona la misma tasa de ganancia como antes. Llegados a este punto, su entusiasmo con esta inversión comienza a enfriarse. Esto se puede ver, por un lado, por el creciente malestar de los inversores a arriesgar su dinero en las acciones tecnológicas, y por el otro lado, las dudas cada vez mayores con las perspectivas de una nueva oleada de innovación tecnológica relacionada con la fusión de Internet y los teléfonos móviles.

“La venidera depresión de Internet”.
Antes hemos demostrado que el conjunto de la economía estadounidense en esta etapa se ha basado en un sector, es decir, la tecnología de la información. ¿Cuál es la naturaleza de esta tecnología? Este mismo artículo en Business Week lo citamos anteriormente para explicar que este sector es muy volátil. Lejos de negar el ciclo, el artículo explica que agravará el ciclo económico al grado enésimo una vez que la economía entre en recesión. Y llegado cierto momento esto será algo inevitable. El autor del artículo hace la siguiente observación: “Una vez se desacelere el crecimiento de la alta tecnología, como será inevitable en cierto momento, esta debilidad [es decir, la debilidad del índice Nasdaq] se alimentarán uno a otro preparando el escenario para un empeoramiento serio de la economía”. Este análisis de Business Week es totalmente correcto, y es aún más destacable si tenemos en cuenta que este semanario durante años ha estado propagando activamente el nuevo paradigma económico. De modo que si los representantes inteligentes del Capital pueden ver estas cosas, nosotros también deberíamos ser capaces de verlas.
Lo que dice Business Week es que el ciclo actual, como los demás ciclos, dependen de toda una variedad de factores, y éstos no se pueden tomar de manera aislada. Se alimentan unos a otros, y crean una espiral ascendente de crecimiento. Pero cuando el ciclo alcanza sus límites, la espiral comienza a desenmarañarse, un factor influye sobre el otro para producir una espiral descendente que es incontrolable. Los factores relacionados con el coste de la inversión en capital, salarios, materias primas, crédito y demanda.
Según el ciclo se acerca al punto crítico, los observadores más inteligentes comienzan a lanzar mensajes de aviso. The Economist lo lleva haciendo durante un tiempo. Pero la tendencia hacia el pesimismo crece con el tiempo. El caso más reciente -y significativo- es Michael J. Mandel, director de economía de Business Week, que hasta hace poco era un firme partidario del NPE. En su reciente libro, The Coming InternetDepression, hace una predicción sombría: “Hay un gran riesgo de que EEUU coja el camino del empeoramiento económico y este empeoramiento podría ser peligroso, brutal y largo si la política económica tropieza”. (Business Week. 9/10/00).
El año pasado, el llamado capital de riesgo invirtió aproximadamente 30.000 millones de dólares en nuevas y jóvenes empresas y a principios de este año su financiamiento se dirigía a una tasa anual de 100.000 millones de dólares. Esta es la savia del boom en la TI. Una vez esto se agote, todo el proceso se parará en seco, y ya han aparecido las primeras señales. Business Week explica: “El ritmo de innovación ahora está atado al crecimiento de la economía y la subida de la bolsa. Las caídas del mercado y las desaceleraciones económicas es probable que lleven a menos y menos financiación de nuevas empresas y al consecuente descenso de la innovación. Y ahí es donde el ciclo comienza a alimentarse, de acuerdo con Mandel. Menos innovación supone menos crecimiento de la productividad, una tendencia a la subida de la inflación, y presión sobre las empresas para que aumenten los precios. Estos acontecimientos, a su vez, amenazan con una nueva desaceleración de la economía y la depresión del mercado, llevando a una perniciosa espiral económica descendente. (Ibíd. El subrayado es nuestro).
Una vez el ciclo económica alcanza el punto crítico en el cual la cantidad se transforma en calidad, cualquier sacudida externa puede ser el desencadenante. No hay nada más superficial que atribuir la crisis a cosas como la subida del precio del petróleo, como en la recesión de 1974 a la que se describe -erróneamente- como la “crisis del petróleo”. Es un error atribuir la crisis al precio del petróleo porque, en primer lugar, el aumento del precio del petróleo es un producto del ciclo (aunque este se puede agravar por factores externos, como una guerra en Oriente Medio); y en segundo lugar, los precios del petróleo simplemente sirvieron de detonante de un proceso que ya estaba preparado con anterioridad.
Marx en el segundo volumen de El Capital explica que el proceso de acumulación capitalista se puede romper en varios lugares. Una vez esto ocurre, un factor influye sobre el otro para crear una espiral descendente. Esto es lo que preocupa a economistas como Mandel. Hay varios factores que pueden convertirse en su contrario: precios del petróleo elevados; la creciente disparidad entre el euro y el dólar; la desaceleración del crecimiento en el sector de la tecnología de la información y el nerviosismo en la bolsa que llevara al pánico. Cualquier de estos factores pueden poner fin al boom. Sin embargo, ninguno d ellos por sí mismo constituye la causa de la crisis que está enraizada en el mismo sistema capitalista. La relación entre el incidente inmediato que se convierte en la chispa que inicia la crisis es la relación entre el accidente y la necesidad o, por utilizar una analogía química, la acción de un catalizador que produce un cambio que ya era inherente a los propios componentes químicos.
En realidad, la “nueva economía” es más volátil de lo que la mayoría de la gente piensa. Cada más economistas han comenzado ha darse cuenta que en sí misma lleva los gérmenes de su propia destrucción. Por supuesto no es la mayoría. El resto mantienen firmemente sus ilusiones en el NPE. Pero la opinión comienza a cambiar. Mandel escribe: “Justo como los analistas en serio subestimaban el crecimiento potencial de la economía USA en los años veinte, ahora subestiman la posibilidad de un profundo declive en un futuro próximo”. (Business Week. 9/10/00).
Mandel se da cuenta de lo que desde hace mucho tiempo dicen los marxistas: todos los factores que permitieron el auge se volverán en su contrario. Los mismo factores que impulsaron el auge económico agudizarán más la recesión cuando estalle. “La parte superior del ciclo tecnológico, como hemos visto en los últimos años, es largo, un boom libre d inflación, con una subida del gasto tecnológico, rápida innovación y una bolsa boyante [habría que decir, con la excepción particular de la inflación, que ha acompañado los booms desde 1945, porque antes estas eran las características de cada boom capitalista]. Pero cuando el ciclo tecnológico acaba -como es inevitable- el resultado podría ser una contracción más dura y profunda. El gasto tecnológico se agotará, la innovación se frenará, y la bolsa caerá bruscamente. El golpe será muy duro para los trabajadores de la nueva economía, para las empresas y acciones que properaron en la explosión de los años noventa”. (Ibíd. El subrayado es nuestro).

La bolsa
Siempre ha sido la ilusión de los capitalistas que sus beneficios procedieran del espacio exterior, que el “dinero engendrara dinero”. Esta ilusión óptica es particularmente clara en el reino de la bolsa, donde el valor de las acciones parece estar dotado de una cualidad mágica que deja los esfuerzos de los antiguos alquimistas en un juego de niños. Aquí la riqueza parece acuñada, no por un metal base, sino por el aire. Pero en realidad la riqueza procede de la plusvalía, que es sólo otra forma de decir el trabajo no pagado a la clase obrera. Aunque la bolsa pueda subir a la atmósfera y durante un tiempo parezca desafiar las leyes de la gravedad, siempre regresará a la tierra de un trompazo. Cuando al final los inversores caen en la cuenta de que el valor de sus acciones no se recuperará, que las empresas citadas en la bolsa no materializan los beneficios anticipados, entonces comenzará un tobogán difícil de controlar. El balance final como siempre la rentalibilidad de las empresas, y que depende en última instancia de su capacidad para extraer más trabajo de los esfuerzos mentales y físicos de los trabajadores.
El precio de las acciones, especialmente, aunque no sólo en EEUU, han alcanzado niveles astronómicos. Esto es importante, pero no es la clave del boom. La clave hay que encontrarla en el crecimiento de las fuerzas productivas. Sin embargo, todos estos factores están dialécticamente interrelacionados, y afecta una a otro. El boom actual, como cualquier otro boom depende de la inversión. Mientras que haya inversión habrá boom. ¿Cuál es la posición? La tasa de crecimiento en gasto técnico se ha acelerado un 11% en 1997, un 13% en 1998 y un 16% en 1999. Este es un nivel de inversión muy importante, y supone que el boom puede continuar. Pero hay otra cara de la moneda, cualquier contracción sostenida del crecimiento en gasto técnico, por ejemplo un 5%, obligaría inmediatamente a una reevaluación a la baja de las acciones tecnológicas o incluso del mercado global.
Hay un elemento psicológico en cada ciclo económico, el elemento del instinto de horda que hace que todo suba o baje. Mientras las cosas van bien, los capitalistas y sus teóricos tienen la ilusión en que todo está bajo control. Podemos controlar, regular y dirigir, ¡hemos aprendido las lecciones! Mejor aún, no tenemos el control, ¡el mercado se autorregula! Efectivamente, esto es lo mejor en ¡el mejor de los mundos capitalistas! Pero estas ilusiones duran el tiempo que dura la expansión, y no es mucho. Mientras que el dinero sigue afluyendo la gente se siente bien y sigue gastando y acumulando deudas. ¡No hay problema! Los consumidores siguen gastando; las fábricas siguen produciendo; los banqueros siguen prestando; los derrochadores siguen pidiendo dinero prestado; los especuladores especulando; los capitalitas arriesgados continúan invirtiendo, y la sobre inversión, inmediatamente lleva al crash.
Una vez esto comienza, el boom es una proceso de autoreforzamiento: mientras las cosas van bien se alimentan mutuamente. Mientras que miles de millones de dólares se pueden hacer sólo con tocar el ratón, mientras que la bolsa sigue hacia arriba, la gente correrá riesgos. La atmósfera crea una clase de mentalidad supersticiosa (los jugadores son siempre supersticiosos). La imprudencia afecta inclusa a la llamada intelectualidad. Hace poco un inteligente Alec en EEUU propuso un cambio en el plan de estudios de las escuelas, para enseñar a la futura generación de políticos y banqueros como correr riesgos. ¡Corramos todos riesgos! ¡Vivamos peligrosamente! El torrente de inversión desde el capital de riesgo ha ido a las empresas de la “nueva economía”. Business Week comenta: “Las empresas que sólo cuentan con un plan de negocios han conseguido unas asombrosas cifras de dinero con sólo ofrecer sus acciones al público. Desde que comenzó la expansión más de 5.000 empresas han entrado en la bolsa y han conseguido más de 300.000 millones de dólares”. (Business Week. 14/2/00).
El índice Nasdaq pasó de menos de 500 puntos en marzo de 1991 a 4.000 en febrero de 2000. En el mismo período el Dow Jones, que agrupa las acciones tradicionales subió “sólo” el 300%. Empresas “respetables” como JP Morgan se han visto arrastradas. La manía del capital de riesgo incluso a afectado a la CIA. Algunas empresas de abogados aceptaron estas acciones en lugar de honorarios. Pero muchos de los aventureros sólo tenían una “idea brillante condimentada con ‘nueva economía’” como dice The Economist. Esto no es nuevo. Es el mismo viejo capital especulativo que juega un papel en cada boom, primero fue el escándalo de los tulipanes holandeses en el siglo XVII. Todo esto se confabula para empujar el mercado hacia arriba, y prepara el camino para una dura caída. Las caídas del índice Nasdaq a principio de año fueron un anticipo de lo que va a llegar. Sin embargo, la bolsa continúa desafiando a toda lógica. Después de la crisis de marzo, las acciones del Nasdaq cayeron un 27%, pero según Business Week incluso después de eso, todavía están un 22% sobre valorados. La capitalización de todas las acciones USA ahora suman 17 billones de dólares. En Japón la cifra es “sólo” de 4 billones de dólares. Esta riqueza sería más que suficiente para resolver todos los problemas de la pobreza mundial si fueran puestas para fines productivos.
Incluso antes de marzo, existían signos de que las acciones Nasdaq tenían problemas. Las acciones de Amazon en diciembre de 1999 valían 106 dólares, y el 16 de enero habían caído a 66 dólares. Bajaron porque llegaron las noticias de que la empresa tenía pérdidas, y a pesar de que sus ingresos aumentaban continuamente. ¿Cómo puede ocurrir esto? En este caso era el resultado de una reducción constante en el precio en un mercado saturado. En otras palabras, es el resultado de la sobreproducción. Amazon perdía dinero en cada venta, y no son los únicos. Otras empresas de la “nueva economía” como Priceline y E trade Group, tienen el mismo problema. La propaganda de estas e-empresas nos trae a la mente la empresa que durante la burbuja del Mar del Sur decía: “la naturaleza de lo cual se revelará más tarde”.
Siguiendo la lógica del capitalismo, es posible que las acciones suban más que antes y que todo acabe en lágrima. En 1998 las acciones equivalían al 54% de los activos familiares en EEUU según datos oficiales. Pero en 1989 la cifra era sólo del 28%, en diez años un aumento asombroso. Cuarenta millones de nuevos inversores han entrado al mercado desde 1991, en 1998, ochenta millones de estadounidenses (aproximadamente el 50% de todas las familias) poseía acciones.
Hay una relación entre el boom de la bolsa y la economía real. Hoy es más próxima que en el pasado. El boom de la bolsa proporciona el capital para la nueva inversión que estimula la productividad, mientras que el mercado aumenta gracias a que las gente tiene más ingresos y por lo tanto, la demanda y el crédito. Por otro lado, el aumento de la productividad proporciona la imagen de beneficios y dividendos, que alimentan el boom de la bolsa. Una cosa alimenta a la otra, y no pueden estar separadas.
En la segunda mitad de la década de los noventa, el gasto de capital subió una tasa anual de 11%, mucho más de los previsto. En gran parte reflejaba la caída de los costes de inversión en mercancías en ese período. Mientras, Internet y otras nuevas tecnologías supuso que las empresas habían invertido para mantenerse con sus competidores, aunque no obtuvieran un reembolso inmediato de esta inversión. Pero esto no puede durar para siempre. Tarde o temprano, los capitalistas necesitan conseguir beneficio de sus inversiones. Si no se materializa, los inversores perderán el interés y las inversiones se agotarán.
Este es el talón de Aquiles del proceso. El llamado capital de riesgo en general es muy sensible a las fluctuaciones en la economía y la bolsa. Es como una bestia nerviosa que rápidamente puede huir ante la primera señal de peligro. Por esta razón, una crisis puede llegar sin avisar. Mandel comenta: “El mercado OPI se cierra casi inmediatamente en respuesta a un desorden del mercado, y el capital de riesgo sigue al mercado”. Por ejemplo, la financiación de riesgo cayó profundamente en los años siguiente al crash de 1987. Desde 1987 a 1991 el capital de riesgo cayó más del 50%. En el mismo período, la primera ronda de financiación de las nuevas empresas cayó un 75%. El efecto de este corte tan radical de la inversión en capital en nueva tecnología es evidente.
Algunas veces se dice que puede producir una crisis en la bolsa y que no necesariamente tiene que llevar a una recesión. En general es correcto. Una crisis bursátil no necesariamente conduce a una recesión. Depende de toda una serie de factores. Por ejemplo en 1920, hubo una crisis bursátil que no llevó inmediatamente a la recesión, todo lo contrario, siguió un boom que duró hasta 1929, cuando sí tomó un carácter catastrófico. En la crisis bursátil de 1987, tampoco llevó directamente a una recesión, ocurrió después con un retraso de dos años medio. Por lo tanto es teóricamente posible que una crisis en la bolsa pueda ir seguida de una recuperación, y después una profunda depresión. Esta perspectiva no está descartada. Pero la acumulación de contradicciones sugiere un resultado diferente. Una vez comience la “corrección” no la van a poder controlar. Debido a la gran interpenetración entre la bolsa y la economía real que se ha convertido en una de las principales características de este ciclo, es difícil ver que un serio problema en un sector no tuviera consecuencias serias en el otro. Esto es similar a la situación que existió en los años veinte. Por eso están preocupados, conocen que la historia puede repetirse.

Los límites del mercado USA
Ahora todo el mundo depende de EEUU. No menos del un quinto de la producción mundial se produce en EEUU. En realidad, la economía USA están tirando del resto del mundo. El crecimiento en Europa últimamente ha mejorado pero como promedio es raquítico y desigual. Después de una década de recesión, Japón ha conseguido una tasa de crecimiento del 1,8% -una cifra miserable para el antigua motor de Asia-. Y el hecho de que ahora todo dependa de EEUU no se puede sostener. Los americanos se dan cuenta d esto y por eso presionan a los japoneses para que reflacionen su economía y compren más mercancías del resto del mundo, y sobre todo de Asia.
Los japoneses tenían muy mala prensa, lo que es un poco injusto. Los capitalistas japoneses han hecho lo que han podido. El gobierno japonés ha invertido ingentes sumas de dinero en la economía japonesa. ¿Cuál ha sido el efecto? Japón, un país que anteriormente no tenía deudas, ahora es el país más endeudado del planeta -al menos en término de deuda pública-. Como porcentaje del PIB, las deudas públicas en Japón son mayores que en Italia. Y no puede seguir así, no pueden continuar echando dinero público a la economía a la espera de que despegue la economía, porque el crecimiento es muy raquítico. Por lo tanto, todo depende del destino del mercado USA.
Como ya hemos mencionado, se ha producido una colosal inversión en un sector -la tecnología de la información-. Pero las estadísticas parecían indicar que el mercado en EEUU está ya alcanzado sus límites. ¿Cuál es la fuerza motriz del crecimiento del mercado USA? Dos tercios del PIB real y casi todo el crecimiento del PIB de los últimos dos años en EEUU depende del consumo. Como hemos señalado, esto está relacionado con el boom de la bolsa. Parte de la causa de este fenómeno es el creciente número de empresas que pagan a sus empleados en opciones sobre acciones. Cualquier caída en el valor de las acciones tendrá un efecto serio sobre el consumo y el crédito.
¿Cómo se ha mantenido el mercado en EEUU? El factor principal ha sido el crecimiento sin precedentes del crédito privado y corporativo, la deuda. EEUU ahora es el país más endeudado del mundo en términos de deuda privada. Aunque Japón tiene la deuda pública más grande, las deudas privadas y corporativas en EEUU son escandalosas e insostenibles. Los problemas relacionados con pedir prestado dinero a costa de la subida de los activos son bien conocidos. El problema con pedir dinero prestado a costa de la subida de los valores de los activos es esencialmente este: que la deuda es fija mientras que el valor de los activos, como acciones y la propiedad, no lo es.. Y además todos sabemos que todo lo que sube tiene que bajar.
La deuda pública japonesa, como ya hemos dicho, es peor que la de EEUU. El crecimiento de la deuda pública japonesa era el 69% del PIB; ahora es del 128%. Pero la cifra subestima la seriedad de la situación porque no tiene en cuenta cosas como la deuda de los gobiernos locales, las pensiones que se tendrán que pagar en el futuro. Según algunos economistas, si incluyes estas cuestiones, la verdadera cifra de la deuda sería del 250% del PIB. Esto significa que la deuda está fuera de control. La única razón por la cual Japón sigue impune, es que también es la mayor nación prestamista del mundo. Tiene mucho dinero en el extranjero y por lo tanto los japoneses pueden salir de este apuro si es necesario, recurriendo a sus préstamos en el extranjero. El efecto que estos movimientos en los mercados monetarios mundiales es otra cuestión.
La posición de EEUU es diferente. La deuda privada en EEUU (las deudas combinadas de las empresas y los consumidores) ahora es el 132% del PIB. Marx explica en El Capital el papel del crédito. El crédito es el medio a través del cual los capitalistas pueden expandir el mercado más allá de sus límites naturales. Esto debería ser bastante obvio para cualquiera que haya contraído una deuda. La industria de las tarjetas de crédito ha sufrido un boom tardío. Sin estos pequeños pedazos de plástico se puede comprar un coche, una televisión e incluso una casa, sin la necesidad de dinero. Pero esto tiene un pequeño problema. Este crédito hay que pagarlo, con intereses: “Pero el grado en el que la mayoría de los recientes préstamos en EEUU ha sido sobre la rosada suposición de un crecimiento perpetuo, los bajos tipos de interés y el aumento de los precios de las acciones, muchos prestarios y prestamistas podría, tarde o temprano, sufrir un duro revés”. (The Economist. 22/1/00).
Si miramos la evolución de la deuda en EEUU, la seriedad de la situación queda rápidamente en evidencia. El total de la deuda familiar en EEUU ha aumentado un 85% del ingreso personal en 1992 (es decir, en el principio de este ciclo) al 103% en 1999. Y no sólo las familias están más endeudadas, lo mismo ocurre con las empresas. En septiembre de 1999 las deudas totales de las empresas no financieras subió un 12%, el aumento más rápido desde la mitad de los años ochenta. ¿Para que han usado ese dinero? En parte para financiar la inversión en alta tecnología, pero también otra parte importante del dinero prestado ha ido destinado a recomprar sus propias acciones. En los últimos dos años, las empresas de alta tecnología no financieras aumentaron sus deudas en 900.000 millones de dólares, mientras que retiraban 460.000 millones de liquidez. En otras palabras, más de la mitad del dinero ha ido a recomprar sus acciones.
Es verdad que los actuales tipos de interés en la mayoría de los países son muy bajos. Esto es en parte por que la gente están gastando mucho: en realidad es un boom del gasto. La razón principal por la cual en EEUU la gente gasta mucho es que el boom de la bolsa parecía proporcionar un poder adquisitivo interminable. Se ha producido un aumento sin precedentes desde el punto de vista histórico, de los valores de la bolsa, y han generado una cantidad de riqueza equivalente. Cuantificar esto, el 54% del ingresos de las familias estadounidenses ahora proceden de la bolsa. Pero este fenómeno tiene otra cara. Si cae la bolsa, o sólo con que deje de crecer, el efecto sobre el mercado será inmediato y duro. Los tipos de interés inevitablemente subirán, y cuando ocurra, la presión sobre los prestatarios será tremenda. Los tipos de interés más altos y un declive del precio de los activos afectará al consumo y a la demanda, produciendo una desaceleración. Debido al elevado número de personas implicadas, y las enormes expectaciones creadas durante el boom, los efectos psicológicos y políticos serán enormes.
Es evidente que esta expansión sin precedentes del crédito ha ido más allá de los límites del sistema. Y en esto no hay ningún misterio. Si tu aumentas el crédito, también aumentas el mercado. El problema es que el crédito hay que devolverlo y esto está preocupando seriamente a los economistas. Cuanto más allá de los límites del sistema vayan, mayor el riesgo de una profunda contracción del crédito y por lo tanto la correspondiente contracción de la demanda. La posibilidad de un aterrizaje duro es algo inherente a la situación. Lo peor es que podríamos entrar en una espiral descendentes en la cual la causa se convierte en efecto y viceversa, produciendo un descenso incontrolado. La escena sería una depresión prolongada, similar a la experimentada en Japón durante los últimos diez años.
El ejemplo de Japón es instructivo. Lo que ocurre en EEUU es precisamente lo que ocurrió en los años ochenta en Japón. Es una situación peligrosa, y la burguesía seria está preocupada por ello. Antes de los años ochenta era una de las economías más poderosas del mundo y una de las principales locomotoras de la economía mundial. La economía estaba en auge y los capitalistas japoneses conseguían mucho dinero. La bolsa crecía, los precios inmobiliarios subían, y el crédito se expandía -como ahora en EEUU-. Entonces todo se derrumbó, y Japón todavía no se ha recuperado. ¿Por qué? En el boom de los años ochenta, los japoneses se hundieron en la deuda.
El nivel de endeudamiento de las familias japonesas en 1985 era el 89% del ingreso disponible. En 1989 la cifra había crecido al 112%. No está muy alejada de la cifra actual en EEUU. Mientras la economía japonesa iba bien no había problema. En el mismo período (1985-1989), la riqueza neta familiar en Japón subió de cinco veces el ingreso disponible al 8,5% gracias a la subida de los precios de las acciones y la propiedad. La riqueza neta de las empresas también subió con relación al PIB.

Del boom a la recesión
Por ahora, EEUU todavía se encuentra en la cresta de la ola. Pero los observadores más experimentados están preocupados. Todos los síntomas tradicionales de “sobre calentamiento”, característicos de pico de un boom han comenzado a aparecer. El trabajo y los mercados están ajustados. Cuando la productividad comience a bajar y la inversión empiece a caer, las empresas ya no podrán hacer frente a los incrementos salariles sin subir los precios. Es más, el descenso de la innovación también supondrá el fin de las conquistas obtenidas al principio debido al abaratamiento de las mercancías. Esto supondrá que la caída de los costes de la nueva tecnología será menos marcada que en el caso anterior.
Ha menudo hemos hablado de la inevitabilidad de una recesión, pero quizá no nos hemos ocupado lo suficiente de los mecanismos que hacen que ocurra. ¿Cuál es probable que lleguen el fin del boom en EEUU? Hay varios escenarios posibles. No es posible prever cada variante, pero tampoco es necesario. Basta con comprender los procesos fundamentales (explicados por Marx en El Capital, sobre todo en el tercer volumen). La principal preocupación en la actualidad es el “sobre calentamiento”. ¿Qué significa esto? Significa que la actual tasa de crecimiento es insostenible y que están apareciendo todo tipo de presiones inflacionarias: sobre todo, el aumento de la demanda y la aparición de escasez laboral, crean una esprial ascendente de precios y salarios. Esto a su vez presiona a los mágenes de beneficio y levanta el espectro de un aumento de los tipos de interés. Además podríamos añadir que este escenario es precisamente el que se espera en el pico de un boom, justo antes del colapso.
La economía USA ya está mostrando muchos de los síntomas asociados al pico de un boom. El crecimiento es superior al 5%, y el desempleo está en su nivel má bajo y la escasez laboral ha comenzado a aparecer. Los precios de las mercancías -sobre todo el petróleo- han comenzado a subir, y los salarios inevitablemente les seguirán. Estos elementos tradicionalmente están relacionados con el “sobre calentamiento”: “Con las fábricas del mundo funcionado casi a plena capacidad, ‘pronosticamos escasez de acero’, estas son las palabras de Peter Marcuse, director de World Steel Dynamics, -una asesoría-. Precide que los precios de HOT-ROLLED acero podrían subir este año un 50%”. (Business Week. 31/1/00).
Algunos calculan que para el 2002 la demanda de mano de obra cualificada en la UE superará a la oferta. Esto supondrá una subida de los salarios y una caída de la tasa de beneficios. El aumento del precio del petróleo es ólo la manifestación más notoria de que el boom está alcanzando sus límites. Esto lo comprenden los observadors más inteligentes. Business Week escribía el 31 de enero: “¿Qué frenaría a la nueva economía de ser global? La expansión rápida y simultánea en Euroa, EEU y Asia podría empujar el precio hacia arriba en los mercados mundiales de mercancías”.
En este punto del ciclo, la Reserva Federal ya debería estar apretando el freno, con una subida de los tipos de interés para contener la demanda y la inflación. Pero esto no ha ocurrido. Los tipos han aumentado muy poco, y la bolsa ha continuado subiendo. Pero las señales de advertencia están ahí.
En la primera mitad de 2000, el capital de riesgo todavía gastaba una grn cantidad de dinero en alimentar la nueva tecnología, aproximadamente 100.000 millones de dólares se han invertido en investigación y desarrollo (I + D) de esta fuente, aproximadamente el 40% del total. Sin embrgo, ahora comienza a echar vapor. Según Mandel: “Los riesgos de suministrar dinero a nuevas empresa sin antecedentes y garantías son demasiado elevados, las ventajas del éxito son muy bajas”.
Hasta el momento este año se han producido algunas caída profundas en la bolsa, han afectado sobre todo a las acciones de alta tecnología. Hasta ahora el boom de la alta tecnología se ha sostenido por la disponibilidad de abundante y fácil capital de riesgo. Cualquiera que tenga una idea brillante y el deseo de hacerse rico inmediatamente podrá encontrar acceso al capital necesario para empezar. La fiebre especulativa recuerda a otros períodos, la burbuja del Mar del Sur. En medio de un boom pocos miran de cerca los detalles, todos quieren conseguirlo en el acto, nadie se quiere quedar atrás.
¿Eso significa que la recesión se encuentra a la vuelta de la esquina? Todavía no es posible dar una respuesta concreta a esta cuestión. La economía USA es una economía enorme que cuenta con reservas considerables. Ya hemos visto como esto ha permitido mantener el crecimiento frente a todos los problemas como la recesión asiática y varios pánicos en las bolsas. En realidad, resulta paradójico que estas cosas puedan ayudar a prolongar el boom enfriando las presiones inflacionarias y tomando algo de aire de la bolsa.
Por el momento esta desaceleración de la inversión no se encuentra en el horizonte. El boom actual aún tiene su propio ímpetu. Pero tarde o temprano, cuando el mercado comience a alcanzar la saturación y los beneficios del capital comiencen a caer, los inversiores compenzarán a vender sus acciones, y su valor caerá. La inversión prodcutiva -la savia de la economía- se agotará, y en ese moemnte comenzará la recesión.

Europa y EEUU
No es casualidad que los economistas burguees armen tanto jaleo con la globalización. El crecimiento sin precedentes del comercio mundial ha sido uno de los principales factores que han impulsado el boom actual. Pero la globalización no ha eliminado las contradicciones centrales, senncillamente las ha reproducido a una escala mayor. Laas contradicciones están presentes en los crecientes antagonismos entre EEUU y Europa. Ésta ha comenzado hace sólo dos años a participar en el boom, espoleada por la expansión del mercado USA y la debilidad del euro. Sin embargo, no puede escapar a las consecuencias negativas de esta debilidad. Una moneda débil supone un aumento de la inflación; esto a su vez obliga a Europa a subir los tipos de interés, que amenanzan con minar la recuperación. Al mismo tiempo, el abismo comercial con EEUU ha creado tensiones entre EEUU y Europa y que la OMC no ha conseguido resolver.
El boom en EEUU ha producido toda clase de distorsiones. EEUU está absorbiendo muchas importaciones. Esto agrava los conflictos comerciales de EEUU con el resto del mundo. Eso explica por qué se rompieron las conversaciones en Seattle. No tenía nada que ver con las manietaciones, sino con las contradicciones fundamentales entre EEUU y Europa, y entre EEUU y Japón, y que inevitablemente se profundizarán. También significa un enorme déficit por cuenta corriente. El déficit por cuenta corriente de EEUU con el resto del mundo, equivale al 4% del PIB USA. Si se mantuviera así durante diez años, la deuda externa de EEUU sería superior al 50% del PIB. Esta cifra es asombrosa y no se puede sostener indefinidamente. Pero no es esta la única contradicción, hay muchos más desequilibrios.
Ya hemos hablado del nivel de la deuda privada en EEUU. Pero esto tiene otra cara. En la actualidad, EEUU depende de la buena voluntad de los extranjeros que tienen una gran cantidad de dólares. EEUU está endeudado con el resto del mundo, actualemtne los recursos ajenos totales de EEUU suponen no menos de 1.5 billones de dólares, el 20% de su PIB. Estos dólares los tienen extranjeros. Todo esto desafía las leyes de la gravedad. Aquellos que tienen activos en moneda de otro país, normalmente no los mantienen con estos niveles de deuda privada o con ese déficit por cuenta corriente. Lo normal es que el dinero se desplace a otra economía. La única razón para que los captialists extranjeros continúen mantiendo los dólares es debido a la posición excepcional de la burbuja económica. Incluso los mercados monetarios internacionales se ven arrastrados temporalmente por las perspectivas de dinero fácil. Ellos también contribuyen a la juerga bursátil. Pero esta situación no puede durar: en cierto momento, los miles de millones de dólares que entraron a EEUU, saldrán de nuevo. El aumento vertiginoso del dólar, que está inquietando a los mercados monetarios mundiales y que ha hundido al euro, se volverá en su contrario. Esto presionará a la Fed para que suba los tipos de interés, y en ese momento la burbuja estallará, y el boom llegará a su final.
Por supuesto, los tipos de interés en sí mismos no son la causa del colapso de un boom. Esoes simplemente una ilusión óptica. La subida de los tipos de interés son la última expresión de que el ciclo está alcanzado sus límites. Es el resultado final de toda una serie de fenómenos que ya hemos mencionado. En la actualidad, Greenspan parece decidido a no aumentar los tipos de interés, pero se verá obligadoa hacerlo. Una vez los titulares extranjreos de dólares comiencen a vender, habrá una estampida del dólar. Cuando eso ocurra, Greenspan tendrá que subir los tipos de interés para evitar una caída más profunda del folar.
El final del boom en EEUU tendrá las repercusiones más serias a escala mundial. En realidad, el mismo caráter inseguro afecta a la economía mundial en su conjunto. Tomemos el mercado mundial de derivados. Este es puramente capital especulativo, destinado a apostar sobre los futuros movimientos de los precios de las mercancías y monedas. A finales de 1992 este mercado estaba valorado en 25 billones de dólares. En el verano de 1999 era 92 billones de dólares -una suma de dinero increíble-. El finlal del boom inevitablemente originará una crisis general en los mercados monetarios del mundo. Estas cantidades colosales de capital ficticio tarde o temprano tendrá que ser exprimido. Mientras, el movimiento incontrolado de fondos especulativos de un país a otros darán un carácter convulsivo a la crisis. Esto sólo añadirá una dimensión a la crisis a escala mundial. La factura de la “liberalización” y “globalización” tendrá que pagar un precio.
Las crisis asiáticas ya nos dan una idea de lo que ocurrirá. Los grandes bancos y multinacionales (los “especuladores”) se provecharán de la oportunidad de conseguir miles de millones con la compra y venta de monedas diferentes. Sólo que esta vez su objetivo no será el won, el rublo o el bath, sino el dólar, la libra o el marco. Esto impondrá una severa tensión sobre los mercados financieros internacionales y sobre todo el comercio mundial. En estas circunstancias no se puede excluir que EEUU, Europa y Japón entren en una carrera de devaluaciones competitivas, como ocurrió en los años treinta. Este dearrollo sería una maenaza para todo el comercio mundial -a las bases reales sobre el que se edificó el auge económico de la posguerra-. Este es el escenario que más alarma a los estrategas del Capital.

¿Un ‘aterrizaje suave’?
Es inevitable la recesión. Esto lo aceptan incluso los más firmes defensores del nuevo paradigma económico. Pero el argumento se ha cambiado por otro tema: la probable intensidad de la recesión. El alcanza, esa una disputa semántica: ¿será una crisis o una recesión? ¿Cuál es la diferencia? Shakespeare decía: “una rosa con otro nombre olerá como el caramelo”. En realidad, no hay diferencia ente una crisis y una recesión. Es una cuestión de uso histórico. Antes de la Primera Guerra Mundial los economistas no hablan ni de crisis ni recesiones; hablaban de pánicos. Se producía un pánico aproximadamente cada diez años. Esto es sencillamente un argumento semántico. Más adelante, pensaron que era un poco inapropiado hablar de pánicos, ya que pensaban que los términos emotivos sólo servían para excitar a la gente. Así que cambiaron por una crisis. Esta palabra estaba considerada menos desagradable que un pánico. Después en 1929 tuvieron una recesión, y entonces todos pensaron que la palabra crisis era inapropiada. Así que cambiaron de nuevo después de la Segunda Guerra Mundial.
Después de 1945, comenzaron a hablar de recesión. Hace poco, cambiaron de nuevo: ahora no es pánico, ni crisis, ni recesión ni depresión. Ahora es una ¡corrección!. Todo esto no tiene ningún sentido. Semántica aparte, nos ocupamos de la misma cosa: es decir, el mismo viejo ciclo de boom y recesión que Marx describió en El Capital. Lo demás son sólo palabras. Lo que aquí tenemos es el ciclo comercial, el ciclo normal del capitalismo, que ocurre con frecuencia por todas las razones que hemos explicado. La profundidad de la recesión y su duración exacta es imposible determinarlo por adelantado. Puedo variar y lo hace. En la actualidad los economistas burgueses esperan y ruegan para que se produzca un “aterrizaje suave”, pero no hay ninguna garantía de éxito. Todo lo contrario, están presentes todos los factores para un aterrizaje muy duro, y de ahí la preocupación que invade todos los editoriales de la prensa económica.
En febrero, Eddie George -gobernador del Banco de Inglaterra- advertía de la amenaza sobre la economía mundial y urgía al sector financiero a prepararse para la próxima gran crisis financiera. En un discurso en el banquete anual de la City de Londres, dijo que Gran Bretaña y EEUU estaban “muy cerca de funcionar a plena capacidad con un crecimiento insostenible de la demanda interna”.
“También dijo que el capital huye de Europa estaba debilitando el euro y originando inflación, mientras que se va a EEUU estimulando la demanda interna y subiendo los precios, y a Japón donde están revalorizando el yen y arriesgando la recuperación económica”.
¡Parece que para todo está bajo control! ¿Y qué ocurre con la perspectiva de un “aterrizaje suave” para la economía mundial? En este punto George no parece muy optimista: “Mientras que era posible estos flujos de dinero podrían reducirse poco a poco y podríamos presenciar un ajuste más brusco -en otras palabras, un crash-”. (Financial Times. 15/2/00).
La naturaleza inestable de la situación actual estaba fue subrayada por las repentinas caídas de la bolsa a principios de años. Esto demuestra el nerviosismo subyacente de los inversores con relación a las acciones de la “nueva economía”. Este nerviosismo comienza a comunicarse a los representantes más previsores de la burguesía.
¿Qué probabilidad hay de que la próxima crisis sea una recesión profunda? Mande da una respuesta condicional. Según él, dependería de cómo reacciones las instituciones monetarias: “Si la Fed reduce drásticamente los tipos de interés en respuesta a una caída tecnológica, entonces podería ser relativamente más leve y corta. Pero si los responsables de la política económica no actúan rápidamente para contrarrestar la caída de los precios de los activos y el descenso de la demanda tecnológica, entonces le caída podría ser más profunda y siniestra, y una depresión de Internet. Esta depresión comenzaría en la alta tecnología y devastaría toda la economía. Y mientras la red de seguridad gubernamental evitaría tasas del 25% de desempleo y cierres de fábricas que caracterizaron la Gran Depresión de los años treinta, aún así las cosas se pondrían muy feas”. (Ibíd.)
Y Mandel parece no tener demasiada confianza en que las autoridades se comporten de esa manera: “Por desgracia, las ventjas de una mala política son demasiado altos para reconfortar”.
Y continúa: “Pero esta conclusión optimista asume que los responsables de la política económica serán capaces de reconocer cuando el ciclo tecnológico se invierte y que extraen las conclusiones correctas sobre como reaccionar. En realidad, los errores políticos son más probables cuando una economía está en flujo y las viejas reglas ya no son adecuadas”.
Los capitalistas utilizan con frecuencia el argumento de que “han aprendido de la historia”. Hegel ya respondió a este argumento cuando dijo que todo aquel que lee historia sólo puede sacar una conclusión, que nadie nunca ha aprendido algo de la historia. Esto es aplicable a los capitalitas, los banqueros y sus gobiernos que constantemente repiten los mismos errores en cada ciclo económico. Y sobre todo es aplicable a los economistas, no pronosticaron la pasada recesión, o el boom actual, y sería una sorpresa que lo hicieran ahora (la mayoría piensan que el boom durará para siempre).
En los años veinte también creían que “habían aprendido todas las lecciones”. Este, a propósito, fue un período de furiosa expansión económica, como hoy, gracias a la nueva tecnología (automóviles, aviones, etc.,). Esto a su vez estimuló el boom bursátil que generó grandes beneficios. Y no había inflación, en esa época, el argumento era que no se produciría una recesión porque se había formado el Consejo de la Reserva Federal (fundada en 1913) con el propósito de “dirigir el ciclo comercial”. (Siempre han intentado “dirigir el ciclo comercial” pero nunca lo han conseguido). Esa ilusión se desvaneció en 1929. Todas las analogías históricas son poco convincentes, es imposible decir si la próxima recesión tendrá las proporciones de 1929 o no. Sin embargo, las comparaciones ente la burbuja actual en EEUU y la situación de los años veinte es bastante asombrosa. Barry Eichengreen, un economista de la Universidad de Berkeley, dice lo siguiente: “Hay paralelos asombrosos, y me preocupan. Si crees que la historia se repite, tenemos todos los ingredientes para una recesión desencadenada por la bolsa”. Y estos avisos no son un hecho aislado.
Toda la historia de las crisis demuestra que los bancos centrales en raras ocasiones hacen lo correcto en el momento decisivo. No sólo nos referimos a la experiencia de los años treinta. El Banco de Japón se comportó de tal forma que consiguió que la caída bursátil de 1990-91 se convirtiera en una depresión. Hace poco, la presión del FMI para subir los tipos de interés agravó seriamente la crisis asiática de 1997. En todos estos casos, los banqueros no consiguieron comprender la verdadera naturaleza de la situación. El hecho de que Alan Greenspan ahora ve el mundo a través de la “nueva economía” y por lo tanto no hay ninguna razón para creer que comprenderá la próxima recesión. Como señala correctamente Mandel:
“Es importante observar que los economistas que hoy dicen no preocuparse por una profunda recesión son exactamente las mismas personas que no fueron capaces de predecir el boom tecnológico de los años noventa, ni la crisis asiática de 1997. Incluso después del comienzo de la crisis, subestimaron sus mala consecuencias”.
Por lo tanto, es muy cuestionable si la Fed reducirá los tipos de interés en reacción a una recesión. Esta no es una cuestión completamente subjetiva, como imaginan muchos observadores superficiales. El comportamiento de las autoridades monetarias también está enraizado en la situación objetiva. Una vez comienza la recesión, las decisiones claves en gran parte están en manos de Greenspan. Y las tomará por las famosas “fuerzas de mercado”. Este es un pequeño detalle pasado por alto por aquellos que creen que la clave para evitar una recesión está en manos de los individuos. Esta visión subjetiva de la economía no corresponde con la experiencia histórica. En realidad, la capacidad de los bancos centrales de influenciar el resultado de una economía mundial en situación decisivas está bastante limitada a los tiempos mejores. El nivel de los tipos de interés, por ejemplo, no se puede decir como un capricho, sino que debe responder a factores económicos objetivos.
Una recesión en EEUU iría acompañada inevitablemente de una caída del dólar. La Fed por lo tanto sufriría una gran presión no sólo para no reducir los tipos de interés sino para subirlos. ¿La Fed ignorará estas presiones y bajará sin más los tipos de interés para estimular la demanda durante una recesión como dicen los libros de texto? Los instintos naturales de los banqueros sería permitir que la producción cayera hasta llegar a un “nivel sostenible”. Si para combatir al demonio de la inflación y recuperar el dólar es necesario aguantar el dolor del desempleo (dolor para la clase obrera ¡no para ellos!) no hay duda de que lo harán. Esta posición es bastante lógica desde el punto de vista capitalista, y si eso conduce a una profunda recesión mundial, entonces será peor. Pero este escenario, a pesar de todo, es completamente posible.
¿Pero y si la Fed hace lo contrario y baja más los tipos de interés en una crisis? En una situación donde ya es baja la confianza en el dólar, este movimiento llevaría a una nueva estampida del dólar hacia otras monedas, como el euro. Se prepararía el camino para que EEUU intentara salir de la recesión a través de la exportación en masa de mercancías baratas al resto del mundo, sobre todo a Europa, ya que sus productos serían menos competitivos. Las tensiones entre EEUU y Europa, entre EEUU y Japón crecerían. Todo el tejido del comercio mundial sufriría una gran presión. Como en la práctica, esta política sumaría a las exportaciones de EEUU su desempleo a Europa y Japón, y éstos resistirían recurriendo a una política de devaluaciones competitivas que al final minaría la OMC y volvería en su contrario la globalización con consecuencias más serias para el orden económico mundial. Por este camino sería difícil encontrar una salida.
Por supuesto, tarde o temprano, la recesión llegaría a su fin y encontrarían un nuevo equilibrio, hasta la próxima crisis. No existe la “crisis final del capitalismo”, en el sentido de un colapso automático. Mientras la clase obrera no acabe con el capitalismo, los capitalistas siempre encontrarán alguna salida. Pero la cuestión es ¿qué salida? En 1914 y en 1939, encontraron la salida por el camino de la guerra. Ahora este camino parece descartado, por razones que explicamos en El nuevo desorden mundial. Por lo tanto, la única solución es cargar el peso de la crisis obre las masas -el proletariado y las clases medias-.

Una espiral descendente
“Cuando comience la próxima recesión”, escribe Mandel, “el ciclo virtuoso de los años noventa se volverá en su contrario. En lugar de que la subida de la bolsa genere más fondos para financiar la innovación, la caída del mercado reducirá el capital de riesgo para la creación de nuevas empresas. Eso conducirá a un ritmo más lento de la innovación tecnológica y de la productividad, deprimiendo aún más la bolsa. La inversión caerá, la inflación subirá y también el desempleo”. (Ibíd.).
Incluso una desaceleración de la economía USA puede ser el desencadenante. “Si la economía se ralentiza la suficiente, incluso empresas que aún creen en los beneficios de la tecnología de la información se verán obligadas a hacer recortes. Es sencillamente una cuestión aritmética, el gasto en tecnología ahora supone el 40% de la inversión empresarial, y será difícil mantenerla. En realidad, la tecnología representa el 30% del equipamiento de no transporte. No hay otro lugar de donde recortar”. (Ibíd. El subrayado es nuestro).
Ya hay señales de que han alcanzado este punto. Los inversores ya no compran acciones en nueva tecnología y que todavía reportan mucho beneficio. De repente el nerviosismo ha llegado a los mercados, y sobre todo a las acciones de la “nueva economía”. Esto se puede ver en los convulsivos movimientos del Nasdaq. Y es un aviso de lo que se preparara.
Una vez que las empresas comiencen a reducir gastos en tecnología, tendrá repercusiones. Sobre todo, en el sector de la producción de ordenadares que se verá golpeado duramente debido a la caída de la demanda y la reducción de los márgenes de beneficio. El crecimiento del desempleo deprimirá aún más la demanda, y así sucesivamente. Mandel comenta lo siguiente: “La primera oleada llegó este año, las empresas puntocom han despedido a casi 17.000 trabajadores (...) si las innovaciones se reducen, se necesitarán menos personar para crear nuevos productos y empresas, conduciendo a una reducción de empleos en las empresas de alta tecnología. Los despidos con el tiempo se extenderán de las telecomunicaciones a los fabricantes de software a las empresas de asesoría.
Particularmente vulnerables serán los trabajadores temporales, asesores independientes, trabajadores independientes, programadores, diseñadores de páginas web, que han prosperado con el boom. A principio de 2000, estos empleados de empresas temporales formaban más del 2,7% de los empleos totales, en 1981 era un 0,6%. Y ese número no incluye a los contratistas independientes o trabajadores temporales directamente alquilados por las empresas, que según el BLS [Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU] forman al menos otros 6% de la fuerza laboral. Estas personas encontrarán que las empresas tienen menos utilidad para ellos cuando el crecimiento se desacelere”. (Ibíd.)
Mandel piensa que una crisis seria podría retrasarse otros dos años: “Incluso si la bolsa vuelve a su nivel de principios de 2000, costaría otros dos años o más hasta que la economía entre en una recesión”. (Ibíd.)
Esto es posible, pero no necesariamente es el caso. La inestabilidad ahora es más seria. El impulso puede procedes de fuera de la esfera económica. Por ejemplo, una guerra en Oriente Medio, o Incluso un deterioro serio del conflicto palestino que lleve a una interrupción de los suministros de petróleo a Occidente, y que pusiera el precio del barril a 40 dólares. Este podría ser el detonador de una crisis a escala mundial como ocurrió en los años setenta. Pero en cualquier caso, el tiempo exacto de la recesión no importa. Lo importante es, y Mandel está de acuerdo, en que es inevitable una recesión.

Efectos sobre las perspectivas
El boom todavía continúa, no se puede decir exactamente cuánto durará. Podría continuar durante uno o dos años más, o podría acabar muy pronto. Es imposible decirlo, pero sí es posible afirmar que certeza: que la prolongación del boom no significa que la lucha de clases esté fuera del orden del día. Más bien lo contrario. En la medida que el boom continúa en Gran Bretaña, EEUU y sobre todo en Francia, creará las condiciones para una explosión de la lucha de clases. En realidad, los estrategas más perspicaces del Capital, como Stephen Roche, llevan tiempo diciendo que la existencia de escasez de mano de obra en EEUU, creará lo que el llama una “reacción obrera”.
Desde el punto de vista de la lucha industrial, la continuación del boom llevaría a un aumento de las luchas para conseguir subidas salariales, hasta ahora en EEUU y otros países se han mantenido artificialmente bajos. Desde eset punto de vista, la continuación del boom no es algo malo. La liquidación del desempleo fortalecería a la clase obrera y aumentaría su confianza y espíritu de lucha. En realidad, es sorprendente que la “reacción de los trabajadores” que Roach y otros han pronosticado hasta ahora no se ha materializado. El nivel de huelgas todavía es muy bajo en muchos países, la explicación más probable, es la memoria recienet de los elevados niveles de paro. Los trabajadores se apegan a sus empleos y temporalmente están dispuestos a aceptar todo tipo de imposiciones a condición de que estén bien remuneradas. Aceptan de mala gana las largas jonadas y malas condiciones laborales. Pero la paciencia de los trabajadores no es infinita y ya hay señales de que está alcanzado sus límites.
La prolongación del boom, por supuesto, que es un elemento importante en la ecuación debido a sus efectos sociales y políticos. En cada boom -incluso en los más breves y débiles- surgen ilusiones en que el ciclo económico ha terminado y el capitlismo ha solucionado sus problemas. Esa es una ley. El boom actual no es diferente. Por eso sería un error para tener una percepción de la situación actual, basarse sólo en la propaganda de la burguesía. El boom realmente ha resultado ser más largo de lo previsto, y sin duda tendrá consecuencias en la psicología de todas las clases.
La clase dominante rebosa confianza. Los economistas a sueldo -como es habitual- elaboran teorías “aprendidas”, para explicar que el ciclo boom/recesión ha desaparecido para siempre. La clase obrera, recuerda el desempleo de masas y los “golpes” del pasado, y extrae la conclusión de que es preferible aceptar todas las imposiciones de los empresarios, trabajar más duro durnate más horas, a cambio de un empleo y más dinero. Durante un tiempo los trabajadores mantienen la cabeza baja. Pero esta situación no puede durar, pero temporalmente crea dificultades a la capa más activa que se siente aislada y desorientada. Ante la ausencia de una perspectiva clara, sacan conclusiones pesimistas. No ven que la calma actual de la lucha de clases es sólo una incómoda tregua, y que debajo de la tranquila superficia, se están reparando explosiones sociales colosales.
Lenin dijo una vez que la política es economía concentrda. Pero sería un error interpretar esta afirmación de una forma mecánica y como algo absoluto. No hay una relación mecánica entre el ciclo boom/recesión y la revolución. Para los marxistas es una proposición elemental que los booms no necesariamente equivalen a reacción y que las recesiones no equivalen necesariamente a revolución. Por citar sólo un ejemplo: la mayor huelga general revolucionaria de la historia ocurrió en Francia, en mayor de 1968, justo en la cima edl boom de la posguerra. En realidad, hay muchas otras similitudes entre esa situación y la actual.
El ciclo económico es un elemento importante en la ecuación, pero también es importante definir que entendemos por ciclos. Hay que diferenciar entre el ciclo comercial y los cilcos históricos más ampliso que determinan la naturaleza de la época. La historia del capitalismo se manifiesta en esos períodos largos: por ejemplo, hubo períodos de auge como el que duró aproximadamente veinte años antes de 1914. Este período se caracterizó por un enorme desarrollo de los medios de producción, de la tecnología, el comercio mundial y el aumento de los niveles de vida, sobre todo para la cama más privilegiada y cualificada de la clse obrera. Esto tuvo como corolario un reblandecimiento de las contradicciones entre las clases, y una reducción de la lucha de clases. A su vez, esto encontó ru reflejo en la política, en la degeneración reformistas y nacional de las organizaciones obreras de mass. Este período acabó con la Primer Guerra Mundial y la Revolución Rusa.
El período entre guerras tuvo un carácter totalmente diferente. Fue un período de crisis económica, social y política. Incluso entonces, el ciclo boom/recesión no desapareció. En los años veinte se produjo un boom en EEUU que tuvo muchas similutdes con el boom actual. Eso acabó con el crash de Wall Street en 1929 y la depresión económica mundial que duró hasta el comienzo de la guerra en 1939. Estos fuero años de convulsiones sociales, revolución y contrarrevolución, en el cual las organizaciones de masas del proletariado se vieron sacudidas por las crisis y divisiones. Este período tormensotoso terminó con la Segunda Guerra Mundial.
El período que siguió a la Segunda Guerra Mundial fue completamente diferente. Fue más similar al período anterior a 1914. Entre 1948 y 1974, se produjo un largo auge que así mismo llevó a un poderoso fortalecimiento del reformismo y de las ilusiones en que el capitalismo dentro del movimiento obrero. Estas fueron las condiciones objetivas que llevaron al aislamiento de las fuerzas del marxismo durante todo este período histórico. Ese período acabó con la llamada crisis del petróleo de 1973-4, que deembocó en un nuevo período de luchas revolucionaris en España, Portugal, Grecia, Italia y Gran Bretaña. En este breve resumen podemos ver como la lucha de clases se ve influenciadas, no sólo por el ciclo normal de boom/recesión, sino tmbién los períoso más ampliso de desarrollo capitalista, cada uno de ellos diferente a los demás.
Después de las agitaciones de los años setenta (que en realidad comenzó con los acontecimientos revolucionarios en Francia en 1968 e Italia 1968-9) hubo un giro en la dirección contrria. La clase obrera no puede estar en estado permanente de fermento revolucionario. Si las luchas de clases no consiguen transformar la sociedad en líneas socialistas, entocnes incluso el movimiento huelguistico más importante fracasaría. Los trabajadores se cansan y caen de nuevo en la indiferencia y la apatía. La burguesía recupera su nervio y pasa a la contraofensiva. La escena está preparada para derrotas y retirada. Este fue el fondo social y político del thatcherismo y reaganismo en los años ochenta.
Hubo también bases económicas para la reacción monetarista de los últimos veinte años. La aplicación general de políticas keynesianas, financiación del déficit, “captialismo dirigido”, después de la guerra fue fruto del miedo a la revolución y al “comunismo”. Fue uno de los factores que contribuyeron al largo período de auge de la posguerra., aunque el factor principal fue el desarrollo del comercio mundial. Pero como pronosticamos los marxistas (ver ¿Habrá una recesión? de Ted Grant), las políticas keynesianas inevitablemente terminaron en inflación, que llevó a la ruptura de este modelo en la mitad de los años setenta. Después de haberse quemado los dedos con el keynesianismo inflacionario, la burguesía dio un giro en la dirección contraria.
En los últimos veinte años el péndulo ha girado en esta dirección. En un país tras otro hemos visto la reacción monetarista. Los capitalistas y sus gobiernos han abandonado los antiguos disparates keynesianos que pensaban que el capitalismo había eludido las crisis mediante la intervención del estado. En su lugar, adoptaron una política que, como la ha definido ingeniosamente J.K. Galbraith, la creencia de que el pobre tiene demasiado dinero y el rico no tiene suficiente. Con el disfraz de una “nueva idea”, el monetarismo en realidad intentaba regresar a la política del “capitalismo clásico”. Pero precisamente estas políticas originaron el desastre de los años treinta. Una política de reacción abierta, de saqueo al estado, a la clase obrera y al mundo colonial. Es decir, una receta acabada para una guerra de clases en su forma más descarnada.
Por una vez parecía que el nuevo “liberalismo” había ganado en todos los frentes. Los trabajadores tenían la cabeza baja, los dirigentes sindicales y obreros abrazaron entusiastamente la nueva panacea y ayudaban a ponerla en práctica: privatización liberalización, desregulación -una auténtica contrarrevolución social en todos los frentes-. Con relación al mundo colonial, el nuevo orden mundial representa un regreso al imperialismo y a la diplomacia cañonera del siglo XIX. Los imperialistas (y sus parásitos socialdemócratas) muestran la indiferencia más cínica ante el sufrimiento y las guerras que sus acciones originan. Como los sacerdotes de Baal sacrificaban a los niños ante Moloch, estos civilizados cristianos están dispuestos a sacrificar a millones de hombres, mujeres y niños en nombre de su verdadero dios: el Capital.
No contentos con saquear al estado en sus propios países (conocido como “privatización”), ahora defiende el saqueo sistemático de los países más pobres de la tierra. A través de sus agencias, el FMI y el Banco Mundial, exigen que estos países eliminen sus barreras comerciales y vendan sus propiedades públicas a los grande monopolios. No les importante que esta política sea la sentencia de muerte de otras economías y países más débiles. De esta forma los imperialistas preparan una nueva explosión de la revolución colonial. Los acontecimientos en Palestina son sólo un anticipo del proceso que barrerá como una fuerza elemental de un continente a otro en el próximo período. Y a pesar de todo el poder del que disponen, no serán capaces de controlarlo, como es el caso de Colombia.

La revolución colonial

Uno de los principales argumentos de los defensores del NPE es que el boom actual es diferente al pasado, porque los precios siguen bajos. ¿Por qué no hay inflación? ¿Significa esto que ha cambiado algo fundamental y que este “círculo virtuoso” de bajos precios y elevado productividad puede durar para siempre? Es necesario hacerse la siguiente pregunta: ¿Por qué están bajos los precios? Los precios han estado bajos -al menos hasta hace poco- por varias razones. Existía el elemento del abaratamiento de las mercancías debido a la nueva tecnología, que permitía tasas más elevadas de productividad; estaba la contención salarial; existía la competencia, incrementada por la recesión en Asia, y de la que nos ocupamos en Al filo de la navaja. Paradójicamente, la sobreproducción en Asia ayudó a prolongar el boom en EEUU porque obligó a los capitalistas a limitar precios. En cuanto a EEUU, está relacionado con uno de los factores clave, un dólar alto que les ha permitido importar a precios más bajos.
Sin embargo, una de las razones fundamentales para la ausencia de inflación ha sido el abaratamiento de las materias primas, por ejemplo el petróleo. Hasta hace poco el precio del petróleo y demás mercancías del Tercer Mundo estaba en niveles muy bajos. El mundo colonial ha sido exprimido cada vez más. Según la ONU, casi 800 millones de personas viven por debajo del umbral de pobreza. Esto ocurre en medio de un boom en el cual han aparecido más y más millonarios que nunca. Esta obscenidad debe tener un efecto, y ya ha empezado: en Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Irán, Indonesia, Nigeria y Palestina. Esto nos da una leve idea de las convulsiones sociales y políticas que se preparan en todas partes, y durante un boom. Por eso no debemos olvidar, que la situación actual es la mejor posición que el capitalismo puede ofrecer a los pueblos del mundo.
El colapso de Asia fue una recesión seria. Tuvo profundos efectos, por ejemplo, el principio de la revolución en Indonesia, que no ha terminado y se va a desarrollar durante un largo período. El principio de la revolución en Irán, que como dijimos, representa el cambio más importante en la situación. Irán en un país productor de petróleo. Se han producido huelgas generales y convulsiones sociales en Corea del Sur. Estos movimientos ocurrieron en una recesión, lo cual indica que no hay que ser mecánicos con los efectos de la recesión. Eso depende del período anterior. En Corea del Sur el comienzo de la recesión no supuso el fin de la lucha de clases. Ni la posterior recuperación. Al contrario. La economía surcoreana creció un 10,7% en 1999, esto estimuló a los trabajadores para luchar. Ellos querían la parte de los beneficios. Durante la recesión los salarios descendieron un 2,5% (en 1998). Ahora los trabajadores reivindican subidas salariales del 15,2%.
Por otro lado, el aumento del precio del petróleo tendrá un efecto serio en EEUU. Una de las razones principales para el mantenimiento del boom ha sido el bajo precio de las materias primas, sobre todo el petróleo. Obviamente ahora ha acabado. La continuación del boom está empujando los precios hacia arriba. Según las leyes de la oferta y la demanda, los precios de las mercancías tenderán a aumentar, pero no pueden aumentar los precios demasiado debido a la competencia. Esto debe tener un efecto, tarde o temprano, sobre la tasa de beneficio en EEUU. Pero las violentas oscilaciones en le precio del petróleo tienen un efecto desestabilizador en todas partes del llamado Tercer Mundo.
A principios de año, vimos el principio de la revolución en Ecuador. A todos pilló por sorpresa, sin aviar, las masas -indios, campesinos, trabajadores y estudiantes- invadieron la capital, Quito, echaron al gobierno y eligieron comités. Sólo la ausencia de una dirección evitó que llevasen la revolución hacia delante. Ecuador es otro país productor de petróleo. Los precios del petróleo se han triplicado. Pero el aumento de los precios no evitó este movimiento porque no afecta a las masas. Tampoco ayudó mucho al gobierno. El régimen burgués fue incapaz de estabilizar la situación.
El fracaso de la revolución en Ecuador debido a la ausencia de una dirección ha permitido a la burguesía mantener el control de la situación, al menos temporalmente. Pero a largo plazo no han solucionado nada. Debido a los términos del acuerdo con el FMI, el gobierno debe subir el precio del petróleo un 60%. Las bombonas de gas, utilizadas para cocinar por la mayoría de la población, subieron un 40%. Han anunciado la intención de reducir el déficit presupuestario mediante la reducción de los subsidios que cuestan 360 millones de dólares al año. El efecto es la reducción del nivel de vida de la población. Mientras que el salario mínimo ha permanecido inalterable, 47 dólares mensuales, desde enero la inflación ha subido un 49% y se espera que suba al 80% en diciembre. Es una receta acabada para la lucha de clases.
Y aquí tenemos una paradoja. El hecho de que los precios del petróleo durante los últimos doce meses se haya triplicado no significa que la revolución esté fuera del orden del día en los países productores de petróleo. La crisis a la que se enfrentan es demasiado profunda, las contradicciones son tan grandes como para resolverlas sobre bases capitalistas. Se verán sacudidos por una crisis tras otra.

El final del ‘sueño americano’
La febril especulación en EEUU representa una manía colectiva. Parece la resurrección del célebre “sueño americano”. En la actualidad se puede resumir en que todo el mundo quiere ser millonario. La realidad es que pocas personas se han convertido en millonarios. En el transcurso de este boom, al menos 100.000 estadounidenses han llegado al punto en que ganan más de un millón de dólares al año. Esta es la imagen que los defensores del capitalismo les gusta presentar ante el mundo. Pero sólo unos pocos por arriba están consiguiendo dinero, y mucho más limitado entre las clases medias. Si se mira por abajo, para una quinta parte de los estadounidenses ha ocurrido lo contrario. Este boom se ha caracterizado por la desigualdad más brutal y la mayor polarización entre la riqueza y la pobreza, especialmente (pero no equitativamente) en EEUU. En la actualidad la quinta parte por arriba de las familias americanas poseen más de la mitad del ingreso nacional bruto. La quinta parte por abajo posee el 4%. 44 millones de estadounidenses no poseen ni un seguro médico. Vemos lo que Marx pronosticó: una concentración coloal de riqueza y poder sin precedntes por arriba, junto con la miseria más escandalosa por abajo. Esto tendrá consecuencias importantes en el futuro, y posiblemente en un futuro no muy lejano.
Además hay otra dimensión en la discusión actual, y que podríamos llamar dimensiones humanas. Este aspecto ha recibido -es inútil decirlo-, escasa atención para la mayoría de los comentaristas capitalistas. Desde el punto de vista marxista, es la cuestión más importante de todas, es decir, ¿cómo el actual clima económico afecta a la clase obrera y al conjunto de la sociedad? Incluso dentro de esta recuperación, se ha producido una enorme intensificación de la explotación, la aplicación de una presión despiadada sobre los músculos y sistema nervioso de los trabajadores, la continuación de los despidos y cierres, por supuesto relacionado con el proceso de monopolización, que ha alcanzado niveles sin precedentes.
Cada semana en las páginas de publicaciones económicas como The Economist, se pueden leer artículos sobre fusiones, se han creado gigantes mundiales en el sector farmacéutico, Internet, entretenimiento, automóviles, etc., Estamos ante un caso de laboratorio de lo que Marx describió como la concentración de capital. En el ciclo actual este proceso ha alcanzado niveles sin precedentes. La concentración de riqueza y poder en cada vez menos manos y el consiguiente crecimiento de la desigualdad social rápidamente ha aumentado la polarización entre las clases en todos los países, pero especialmente en EEUU. Este hecho ya ha tenido un efecto sobre la conciencia de la clase obrera y la clase media. Esto se pudo ver en la reciente encuesta de Business Week, que revela el creciente malestar que aflige a la sociedad. Movimientos como el de Seattle y Washington son el anuncio de futuras tormentas que afectarán a todos los países.
El final del boom tendrá un efecto importante en la psicología de las clases. Cuanto más se posponga, más subirá la bolsa, mayor será la probabilidad de una caída más dura. Este pronóstico es correcto todavía. ¿Pero eso significa que la lucha de clases permanecerá paralizada hasta que el boom termine? Esa sería una conclusión mecanicista y equivocada.
Una recesión no es una panacea para la lucha de clases. En realidad, al menos al principio, una recesión profunda podría incluso tener efectos negativos sobre el movimiento industrial. Sin embargo, la llegada de una recesión, que es probable que sea una recesión seria, la recesión más profunda, por primera vez desde 1945 sin duda tendrá efectos importantes sobre la conciencia de las masas, particularmente en EEUU, donde las ilusiones del mercado están mas enraizadas. La dialéctica de la historia nos preparará grandes sorpresas para la burguesía, sobre todo en EEUU. Cuando el sueño de prosperidad quede echo cenizas -y ocurrirá- se abrirá el camino para una transformación rápida de la conciencia de millones de personas, no sólo para la clase obrera, también para las clases medias. Muchas personas pasarán directamente del republicanismo a la revolución.
Los defensores del NPE insisten en que se han producido cambios fundamentales en la economía USA. Sin duda se han producido algunos cambios. ¿Cuáles? Por ejemplo, cambios en la fuerza laboral. Una gran parte de la mano de obra -no sólo en EEUU-, sobre todo la estadounidense, ya no consiste en trabajadores a tiempo completo con contratos fijos y sus correspondientes derechos. Hoy en día la industria de la tecnología de la información la mayoría de los trabajadores son a tiempo parcial. Pero no sólo en la industria de TI. Más de tres millones de personas en EEUU trabajan para agencias de empleo. Se ha doblado desde los años ochenta. Debemos preguntarnos ¿qué ocurre cuando este boom comience a tener problemas? Qué ocurre cuando ya no es rentable invertir. Entonces se producirá una oleada de despidos y el desempleo alcanzará los niveles del pasado. Eso a su vez afectará al mercado. La demanda en EEUU disminuirá, el crédito se estancará y el mercado se contraerá.

El proceso molecular de la revolución
Una recesión de esta magnitud tendría también efectos políticos poderosos. La lucha de clases no sólo se mide por el número de huelgas. Toda clase de acontecimientos pueden ejercer un efecto psicológico en la mente de las masas. Y lo más importante es observar que el proceso ya ha comenzado. Eso es a lo que se refería Trotsky, en esa frase magistral, referida como el proceso molecular de la revolución. Un fermento y el cuestionamiento general del orden establecido ya ha comenzado. Se manifestó en las calles de Seattle, después en Washington y Praga. La manifestación de Seattle fue un ejemplo perfecto del cambio profundo y repentino de la situación. ¿Quién podría haber pronosticado hace doce meses que miles de jóvenes y sindicalistas se reunirían en una manifestación tan militante en EEUU?
¿Qué hay detrás de estos acontecimientos? Como el buen doctor, un marxista serio no puede esperar hasta que las cosas alcancen su estado crítico. Debemos acostumbrarnos a examinar los síntomas con gran atención antes de que se desarrollen. Seattle se supone está relacionada con la globalización y la OMC. Pero eso no explica todo el fenómeno. Con toda probabilidad, la mayoría de las personas nunca han oído hablar de la OMC antes de las manifestaciones. Los acontecimientos de Seattle en realidad eran un síntoma, una manifestación del aumento de conciencia, o más correctamente, una reacción de la gente normal, sobre todo los jóvenes -aunque también de sindicalistas y trabajadores- a que “algo está mal en esta sociedad y sistema”, un sentimiento de que “vivimos en un mundo injusto”, y que “todo está mal”.
Esto no es sólo una cuestión aislada; no se limita a EEUU. Los acontecimientos posteriores han demostrado que cada vez más jóvenes están dispuestos a salir a las calles para protestar contra el capitalismo. Es verdad que la composición de estas manifestaciones en gran parte es de pequeño burgueses y capas marginadas de la sociedad. Pero sin embargo, tienen un gran significado sintomático, como los últimos acontecimientos de los agricultores y camioneros en Francia, Gran Bretaña y otros países europeos.
Lo que todo esto demuestra es que existe un fermento y un cambio en el ambiente de la sociedad. Esto se puede comprobar en la reciente encuesta realizada por Business Week. Según esta encuesta, el 72% de los estadounidenses piensan que las grandes empresa tienen demasiado poder en muchos aspectos de su vida. A pesar del boom, la presión sobre los trabajadores está creando una reacción contra el sistema. El año pasado, el 43% de los trabajadores de las grandes empresas USA decían que “tenían muchas dificultades para equilibrar mi trabajo y las responsabilidades personales”, frente al 37% de 1997. Otro 44% decía que “se sentían mal pagados”, frente al 38% de hace dos años. Al mismo tiempo hay un gran resentimiento ante los elevados beneficios. Business Week explica que “tales sentimientos reflejan la absoluta discrepancia entre la elevada tasa de productividad de la economía USA y el ritmo lento de los salarios. Esta es una razón para que 40 millones de trabajadores afirmen que votarían hoy por un sindicato si tuvieran la oportunidad, el doble que hace una década, de acuerdo con los encuestadores Peter D. Hart Research Associates”.
El artículo de Business Week continuaba: “La nueva economía hace que muchas familias sientan que traban demasiado y están nerviosas”. Uno de los elementos clave en la reciente huelga de Verizon Communications, donde los sindicatos han conseguido una victoria, fueron las quejas por el estrés las horas extras forzosas. “Al mismo tiempo”, continúa el artículo, “muchos estadounidenses creen que no han conseguido su parte justo de la riqueza. La razón: los salarios medios y los beneficios han dejado atrás a la inflación por sólo un 7,6% desde la última recesión que acabó en 1992, mientras que la productividad ha subido un 17,9%”. (BW. 11/9/00)
Hay otros síntomas. En Gran Bretaña el número de huelgas es el más bajo de todos los tiempos, y la vida de las organizaciones obreras es en decadencia. Pero incluso aquí un incidente puede tener un efecto fundamental en la conciencia, no sólo de los trabajadores, también en las clases medias. El choque de trenes en Paddington, en el que murieron varias personas, levantó un sentimiento de repulsión contra el sistema de beneficios entre los que utilizan a diario el transporte público y que mayoritariamente son clase media. Con una asombrosa falta de sensibilidad, la empresa de ferrocarriles es privatizada, Railtrack, consiguió concedió aumentos salariales a sus directores después del choque. Cuando la BBC preguntó a viajero su opinión, él respondió: “¿Qué se puede esperar en un mundo que se mueve por el beneficio?”. ¿Qué demuestran estos comentarios? Que incluso ahora existe un incipiente ambiente anti capitalista. El potencial existe no sólo para una reacción obrera en todas partes, sino también para una reacción masiva contra el mercado, el sistema capitalista y en amplias capas de la sociedad.
También se puede ver en los recientes acontecimientos en Austria. Se suponía que era un pequeño y próspero país alpino, donde aparentemente nunca ocurría nada. Pero la elección de Haider cambió todo. Fue tal la reacción que fue la confirmación de la inestabilidad subyacente y la inevitabilidad de los cambios profundos y repentinos incluso antes de una recesión. De nuevo la radicalización se dio sobre todo entre la juventud. De nuevo fue una protesta de la juventud contra el capitalismo.
Los acontecimientos austriacos son un aviso de lo que les espera en el próximo período. La burguesía puede cambiar de la “democracia” al bonapartismo de la misma forma que un hombre apoya su peso sobre la pierna derecha o la izquierda. En el próximo período, veremos movimientos hacia la revolución, pero también hacia la contrarrevolución. Por ahora la reacción en Europa es una amenaza pequeña, pero eso puede cambiar. Los acontecimientos en Austria, por un lado, el potencial para la reacción incluso en el país más civilizado y “democrático”, pero también la reacción de la clase obrera y la juventud.
Por supuesto no hay que exagerar. Estos acontecimientos todavía están en el nivel de anécdotas. Pero para el observador experimentado, las anécdotas también tienen su importancia. Ésta reside en el hecho de que son síntomas que revelan un malestar creciente que existe incluso ahora y que se manifiesta en la más mínima provocación. Pero debemos hacernos una pregunta: ¿Si esa es la situación ahora, qué ocurrirá con la llegada de una recesión? La contradicción será especialmente explosiva en el caso de EEUU, aunque no quedará confinada a ese país. Cuando todos estos sueños de enriquecimiento y prosperidad sin fin, se desvanezcan, es imaginable la reacción política que se producirá rápidamente no sólo entre los jóvenes y trabajadores, también entre las clases medias. Esto tendrá repercusiones psicológicas en todas las clases sociales.
La dialéctica nos enseña a mirar más allá de “los hechos”, es decir, de las apariencias, y sacar los procesos que de manera silenciosa funciona debajo de la superficie. No basta con decir lo que es, es necesario demostrar las contradicciones internas que impulsan el proceso hacia delante, y demostrar los límites del proceso y la dirección más probable que tomarán. Es de esperar que los burgueses -cuyas perspectivas no van más allá del último balance bancario- no comprendan los procesos. Hasta hace muy poco, en todos los discursos y artículos que aparecían en EEUU, con una o dos excepciones honrosas, no se podía detectar nada que sugiriera la posibilidad de un colapso. Más bien todos parecían participar en una marcha triunfal, con políticos, periodistas e inversiones. Es una situación muy similar a la de los años veinte, justo antes del colapso de 1929: los mismos discursos presuntuosos, el mismo optimismo, la misma convicción de que el boom durará para siempre. Es como el orgullo desmedido de la antigua tragedia griega, el orgullo que precede a una terrible caída.
Incluso antes de una recesión ya vemos lo que Trotsky calificó del proceso molecular de la revolución. En todas partes hay síntomas de un creciente fermento y cuestionamiento del capitalismo. En el mundo colonial ya se puede encontrar una expresión revolucionaria. Y no sólo en el mundo colonial. Tomemos un ejemplo, que podría sonar ridículo, pero que los observadores burgueses les parecía significativo. La película Titanic tenía un contenido de clase bastante interesante, ahora se sabe que se sacrificaron las vidas de los pasajeros pobres mientras que se ayudaba a los ricos. Esta es una alegoría para el sistema capitalistas. Cuando un rico se ahogaba el público aplaudía, no sólo en un cine, sino en todo EEUU. ¿Era este incidente sólo una anécdota sin importancia particular? The Economist no pensaba lo mismo, incluso comentaba con cierta alarma que este tipo de cosas ocurrieran en EEUU -la “tierra de la abundancia, la tierra de la libertad”-, sobre todo la tierra del mercado, donde los ricos levantaban admiración. Esto indicaba, como fue el caso de Seattle, la encuesta de Business Week y otras cosas, que es el principio del cuestionamiento del sistema en el que vivimos.
Esta afirmación parece contradecirse con el bajo nivel de huelgas. Esto se puede explicar de varias formas. El temor al desempleo jugó un papel importante en los primeros años del boom, que como ya hemos señalado, parecía más una recesión. La extensión del trabajo a tiempo parcial, y otras clases de “flexibilización laboral” mantienen vivo un sentimiento de inseguridad y ha tenido un efecto de reducir la militancia y la organización sindical hasta ahora. Por otro lado, los cambios en la fuerza laboral, ha supuesto muchas pérdidas de empleo en las antiguas industrias pesadas que antes eran el bastión de los sindicatos. La vieja capa de activistas sindicales está desalentada. Buscan y nada más que ven derrotas, y careces de la capacidad marxista para mirar más allá hacia el futuro y comprender la naturaleza de la situación. Ante la ausencia de una verdadera comprensión de la situación, tienden a echar la culpa a la clase obrera de sus problemas.
Mientras que los viejos activistas están desorientados y desencantados, las nuevas capas de jóvenes, que están destinadas a jugar un papel clave en las futuras luchas, carecen de la experiencia y tienen todavía que encontrar su camino. Sufren la peor explotación en manos de los empresarios, y tienen unas reservas de energía y espíritu de luchas inagotables. Ellos se organizarán en el curso de las próximas batallas y se abrirán a las ideas revolucionarias.
Pero el factor más decisivo en la situación actual, ha sido la completa bancarrota de los dirigentes sindicales que en todos los países han capitulado ante los empresarios y están jugando un papel reaccionario. Firman acuerdos con los patronos y esperan que eso les libere de la penosa tarea de organizar a los trabajadores y luchar por mejoras salariales. Esto es una completa utopía, ya que cada paso atrás que dan ante los empresarios, éstos exigirán tres más. La debilidad siempre invita a la agresión. Los acontecimientos será necesario sacudir a los sindicatos y organizaciones obreras, y preparar el surgimiento de una corriente de izquierdas que los transforme de arriba abajo. Sobra decir que a pesar de la bancarrota de la dirección, los sindicatos son todavía el punto central para el trabajo de los marxistas en todos los países.
Desde un punto de vista marxista, si el boom continúa no será necesariamente algo malo. Su prolongación sólo puede tener efectos beneficiosos para la lucha industrial. En EEUU ya hay síntomas de recuperación del movimiento huelguístico. Si esto continúa dos o tres años más, podemos esperar grande movimientos de los trabajadores en todos los países con la intención de coger su parte de la riqueza creada con su trabajo. Según se acerca el ciclo económico a su cima, también llevará al ascenso de luchas económicas, y al aumento de confianza de la clase obrera. Los aumentos salariales, junto con el aumento de las materias primas subirán la inflación, que a su vez produce nuevas demandas de elevados salarios. Los capitalistas siempre culpan de la inflación a los salarios, pero todo trabajador sabe de su propia experiencia que los salarios siempre siguen a los precios.
Si la recesión es profunda, esto temporalmente podía frenar el movimiento en el frente industrial. Los trabajadores al principio pueden quedar desorientados. El ambiente en los centros de trabajo durante un tiempo puede estar en clama. Pero política y psicológicamente el cuestionamiento que hoy ya existe, se duplicará y magnificará. Tarde o temprano encontrará su expresión dentro del propio movimiento obrero, y preparará el camino para una nueva oleada de radicalización en las organizaciones obreras, tanto en los sindicatos como en los partidos políticos. Surgirá un fermento de discusión, una polarización ente la derecha y la izquierda, convulsiones y divisiones, de las cuales surgirán nuevas corrientes de izquierda de masas.
Sólo el marxismo puede dar explicación al proceso que se desarrolla en todo el mundo y proporcionar una salida. Los elementos avanzados de la clase obrera y los jóvenes, buscan eso. No es momento de consignas fáciles o correr por todos lados en un círculo vicioso, como imaginan los ultra izquierdistas. Es necesario reunir las fuerzas de la vanguardia proletaria sobre los principios fundamentales del marxismo. En tal período esa tendencia ganará en la medida que sea capaz de explicar y prever los acontecimientos y anticipar consignas que correspondan a la experiencia del movimiento de los trabajadores y sus necesidades objetivas.
La tendencia marxista representada por Socialist Appeal y marxist.com, es la única que puede levantar la bandera del marxismo. Podemos decir con orgullo, que nuestros análisis y documentos del último período y que en esencia no requiere ninguna enmienda fundamental. La superioridad de nuestras ideas -las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky-, nos llenan de confianza. Hemos cometido algunos errores, y los hemos corregido, pero en general podemos mantener la cabeza alta. Hemos mantenido a los cuadros del marxismo juntos, nacional e internacionalmente. Hemos respondido a los acontecimientos que han ocurrido y siempre hemos mantenido una posición de clase. Sobre todo, basarnos en lo que nos hemos basado: dentro de las organizaciones tradicionales de masas de la clase obrera: dentro de los sindicatos, en el movimiento obrero. A diferencia de otros, que han abandonado el movimiento para construir ejércitos fantasmas en el aire. Sobre la base de estos acontecimientos, nuestras ideas conseguirán audiencia de miles y cientos de miles en cada país. El período turbulento que ahora se nos abre creará las condiciones más favorables para el renacimiento del marxismo y la regeneración del movimiento obrero en todo el mundo.